miércoles, 21 de diciembre de 2016

capítulo 21

                                                                                                                                                          (21)       

             La siguiente escena es un lago. Dos canoas de juguete chocan en el agua. Dos niños se están mirando en una especie de muelle; la niña está sobre una barca y se ríe de manera muy bonita y contagiosa cuando se queda mirando al niño; el niño la mira, más bien un poco serio; se avecinan y se acercan; la niña saca un sándwich y sube al entablado del muelle y va al encuentro del niño, que también va a su encuentro; ella le da la mitad del sándwich al niño; el niño intercambia la otra mitad, pero se queda la imprecisión de si es del mismo sándwich que la niña le da, o si el niño llevaba también un sándwich; ahí no se queda claro, pero se comparten un sándwich…
         Y se acabó la película.
         “N” se estiró en su silla de color verde claro. Bostezó. Serían como las 7 de la noche; tal vez un poco más; tal vez, todavía no; pero quedémonos que eran las 7, y eso por muchas razones.
         Los mensajes de la película que acababa de ver eran muchos. Una obra de arte, como muchas, pero ésta bella y exquisita, como lo es el arte. Muy especial para pulir el oro, como se ha dicho antes de todo y mientras se iba desarrollando todo. La belleza del arte que al hombre transforma y lo lleva a la superación, como ha de ser el arte.
         Y será mejor que dejemos así en esta obra, porque estamos ya en el capítulo 21, que a su vez, como número es múltiplo de 7, porque 7 por 3… como también múltiplo de 3, porque al derecho y al revés da igual….
         Ahora queda por resolver el nombre del personaje que aquí anduvo en una bonita y fascinante andanza…. Dijimos que se llamaba “N”; y en dos o tres veces, igual, también dijimos que lo iríamos a rebautizar; y ahora que al final llegamos es necesario que eso hagamos, para de ahí tomar el mismo título del libro, y con ello todo quede plasmado en el nombre que le demos como re-bautizo, y este ha de ser….que al terminar diremos; aunque tengamos ganas de dar explicaciones y justificaciones, pero el que en artes anda no explica lo que su obra es; eso ya le corresponde al que esa obra lea, vea, escuche, sienta o huela, o todo junto al mismo tiempo, como habrá de haber experimentado el que este libro haya leído, con su necedad, al perder el tiempo en querer descubrir cuál era el fondo de la historia que aquí teníamos, y que dijimos que no tenía ningún objetivo, ni propósito, ni finalidad, ni intención, en caso que algo de esto aquí se haya buscado; y si alguno todo de esto por casualidad ha encontrado, pues que lo manifieste o se lo guarde porque igual da, porque ya al final de esto estamos llegando, y si se empeña en encontrarlo sin haberlo avizorado ni mucho menos encontrado, que dé sosiego y descanso a su espíritu que no lo hallará, si en su curso no lo pudo haber encontrado, porque en eso ha consistido toda la magia de este libro que concuerda todo él con el mismo título, porque, de hecho, eso mismo habrá a cada instante bueno de su lectura por necesidad experimentado.
         El tercer nombre de nuestro personaje, como ya se dijo,  será el mismo que el título este libro llevara, sobre todo, que cada nombre que en los otros casos, en especial en la mentalidad y obras de Cervantes, que aquí muchas veces se citara, y algo de su estilo en este que aquí terminamos de su influencia nos marcara, es que cada vez que el Quijote su nombre cambiaba era porque de una etapa de sus hazañas se tratara; y de la misma manera en esta hazaña del que esto escribiera y que el lector ha hecho suya porque hasta estos momentos es también su aventura en esta lectura, es preciso cambiar el nombre de “N”, para el del mismo del título que este libro lleva, porque nos abriga la esperanza que algo, aunque sea muy poco, que eso ya es mucho, de eso mismo haya sucedido el que esta majadería y necedad se haya aventurado a terminar, que no tenía ni motivo, ni objetivo, ni mucho menos, finalidad, sino la misma que se ha dicho que todo arte tiene y siempre ha de tener… y que en algo le haya ayudado a eso mismo que toda obra tiene… y por si el lector, por si acaso, o por no acaso, porque igual ha de ser valedero en ambas situaciones el acaso, ya por sí, o ya por no, porque no se sabe, a estas alturas habría de preguntarse que dónde está el milagro-milagro que a estas alturas, que sin más extensiones tiene, volvamos a lo que ya se dijo; que si atento lo estuvo en su lectura, ya sabrá de sobra de qué se trata el tan sugestivo y llamativo nombre que en la portada se le pusiera a este libro para darle titulo alguno, porque algún nombre de seguro habría de tener, ya como gracia, o como apelativo, o como calificativo, como también se dijo, y que el nombre que llevara era su bautizo, y que como así existen nombres y títulos que a la risa llaman, y todos han de ser de igual respeto, porque nombres son, porque, igualmente es otra la etapa de la misma historia del mismo personajes, que dijimos que era “N”, y que desde ahora habrá de ser ¡Milagro!... ¡Milagro!; aún sabiendo que nuestro lector, además de desocupado, como se dijo cuando eso en otra parte se hiciera, no haya descubierto ni mucho menos sabiendo dónde se halla el tan sonado milagro que en la portada se anunciaba; pero para que quede tranquilo y en paz su alma, si es que no lo ha descubierto aún, que no es de un de milagro, como cuando en milagro se piensa, sino en la magia que el arte tiene y que produce la transformación de la persona, y en el que el capítulo 7 de este relato, está lo principal de la idea que aquí se ha querido escribir y reflexionar. Porque el milagro está en que “el arte ayuda a pulir el oro que el hombre es y tiene”, en lo que tanto se gira y se gira en el capítulo 7, como ya se dijo. Ese es el milagro. No otro, si es que otro estaba el lector buscando. Y, para que el lector quede en sosiego y sosegado, sin negar que en algo, un poco de agotado por el giro que esperaba hallar y no encontró, y nunca lo habrá de encontrar, porque no lo hay, aunque no deje de haber alguno que diga que si aparece… pero que se aplique en este caso que “el que busca encuentra”, porque en eso se aferra para hallarlo, quedémonos en santa paz, que no era eso lo que en este hijo se buscaba, sino la de resaltar la importancia, y de la necesidad que tiene el mundo del arte, en cualquiera de sus expresiones, porque nos llevan a ser mejores; y que el arte requiere de gente necia, como también ya se dijo en su debida oportunidad, cuando de la necedad habláramos; porque la necedad es necesaria para reírnos y comprender el drama de lo necio del saber vivir, que es perder tiempo, como lo estamos en este momento, mi fiel lector, porque si ha llegado hasta este punto todavía, es porque es fiel; usted en pretender encontrar lo que no ha encontrado en este hijo mío y suyo, si no lo la encontrado; y yo en procurar hacerle entrar en razón que si no lo ha encontrado es porque perdió doblemente el tiempo, aunque no lo ha perdido del todo, porque en alguna parte de este libro, algún orgasmo habrá tenido, al vibrar con alguna nueva idea para usted o en algo que lo hiciera pensar o imaginar o suponer o esperar; simplemente, porque se ha hecho participe de la maravillosa magia del arte; y cuando digo orgasmo, lo digo con conciencia; es decir, algún gozo habrá experimentado, aquí o allá, y eso es necedad; y eso mismo es la magia del arte, porque el arte es para ociosos y necios, como ya se dijo cuando se dijera en las páginas anteriores, y que no me acuerdo dónde fue, ni como, ni por qué, pero que se dijo, y eso es el título del libro, y el nuevo nombre que “N” desde este preciso momento nuestro personaje llevará, porque se trata de una nueva etapa, como diciendo “un antes” y “un después”; y que según la película que ya se expuso, se trata no de una re-encarnación, sino de una visión de la vida, en donde “todo lo que pensemos, eso se hará”; porque todo está en nuestra mente, y seremos lo que pensemos y tengamos en nuestra cabeza: ese es el milagro, mi desocupado, necio y engañado lector. Desocupado, porque para llegar hasta este momento en la lectura de este libro, significa que no tenía nada qué hacer; necio, porque, a pesar de todo lo que iba descubriendo, y nada que aparecía el milagro que estaba esperando y buscando, y todavía seguía leyendo, a pesar de eso, pues era una y simple necedad, como se dijo cuando de eso dijéramos… y, engañado, porque no hay ningún milagro de lo que creía que se trataba este libro; sino del milagro de la magia de la maravilla que es el arte, y del que usted ya es partícipe. Y no se diga más, porque es caer en la necedad de los sabios, para pretender justificar lo que no tiene explicación, porque no la tiene. Es. 

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