miércoles, 21 de diciembre de 2016

capitulo 10

                                                                                                                                                          (10)       


Whoopi Goldberg, en una película hace el papel de una mujer que todo lo resolvía por teléfono.
Igualmente, aquellos dos amigos en esa mañana, todo lo habían resuelto por teléfono. Habían sido filósofos profundos sin ninguna importancia para la vida, pero como el hablar pistoladas es gratis, menos la llamada de ese día que uno de los dos tenía que pagar, por lo menos el que estaba llamando, se daban el lujo de dárselas de sabedores de esto y de aquello, aunque no estaban muy ciertos de lo que estaban hablando, cosa que tampoco es necesario, como lo dijera en sus tiempos, con vigencia de siempre, porque eso si ha tenido vigencia, aunque, igualmente, nadie lo cite, ni se acuerde, el autor Erasmo de Rótterdam, en su obra magnífica de el Elogio de la locura, que hay que ser, ciertamente, necio para saber vivir y convivir y hacer la vida más agradable, a diferencia de los sabios, o por lo menos los así considerados por los de su época a los que se veía que quería ridiculizar y criticar, aunque en el mismo prólogo y dedicatoria a su gran amigo Tomás Moro, de ese su libro, Erasmo se pusiese a la defensiva, cuando buscaba justificar que ese estilo, fuese visto con seguridad por los “criticastros” y que lo censurasen por la posibilidad de que fuese visto como bagatelas para ser obra de un teólogo, y, entonces, cita a algunos autores de la antigüedad que ya por ese camino andasen, y diciendo dice que, “Homero cantó las guerras de las ranas y de los ratones en la Batracomiomaquia; Virgilio, a los mosquitos y al almodrote; Ovidio, a las nueces; Polícatro hizo el elogio de Busiris, e Isócrates lo fustigó; Glauco celebró la injusticia; Favorino, a Tersites y las cuartanas; Sinesio, la calvicie; Luciano, las moscas y los parásitos; Séneca escribió la apoteosis de Claudio; Plutarco, el diálogo de Grillo con Ulises; Luciano y Apuleyo, el asno; y no sé quién, el testamento del cochinillo Grunio Corocota, de que hace mención San Jerónimo”; y con el propósito de su obra, como él mismo dice, que “era más el agradar que el morder” le da personificación a la “necedad”, así como en el libro del Eclesiástico, en el caso de la Biblia, la “Sabiduría” habla en primera persona, sobre todo a partir del capítulo 24 del mismo libro, igualmente “la Necedad”, en la obra de Erasmo, habla en primera persona al decir que “sola, yo soy, no obstante, la que tiene virtud para distraer a los dioses y a los hombres”, y la que no necesita cambiar de apariencia porque es tal como aparece sin disimular en nada porque tampoco eso se propone, precisamente porque es la misma necedad y en eso consiste su desempeño, y tampoco es que quiera dársela de que sabe porque no sabe, y llama con ironía a los que esas ínfulas se dan, para llamarlos “mirósofos”, o sabios-necios, que hacen suyo lo que no es de su propiedad como autoría, pero que se ufanan de ser autores, y se dan el lujo de citar lo citable para dárselas de muy entendidos, para ganarse el respeto de los que no saben y la aprobación de los que algo o poco en letras son instruidos, para con ello concordar con la misma idea que dijera Cervantes, y que ya dijimos; la Necedad es hija de Pluto y Hebe; ante Pluto se “trastornan los cimientos de las cosas sagradas y profanas; por cuyo arbitrio se rige la guerra, la paz, los imperios, los consejos, la justicia, las asambleas populares, los matrimonios, los tratados, las alianzas, las leyes, las artes, lo cómico, lo serio, en una palabra, todos los negocios públicos y privados de los hombres”; y Hebe es la ninfa de la juventud, que es mil veces más bella y más alegre; la Necedad es fruto del amor de los besos, y no del insípido amor conyugal, nació en las islas Afortunadas, en donde todo crece espontáneo y sin cultivo, y le amamantó “la embriaguez”, hija de Baco, y “la impericia”, hija de Pan, y de otras ninfas como “el amor propio”, “la adulación”, “el olvido”, “la pereza”, “la demencia”, “la molicie”, “la voluptuosidad”, sin dejar de pasar por altos a dos dioses más, que son, “Con”, el genio de los banquetes, y el otro, “Morfeo” o “sublime Modorra”, el genio del sueño, haciendo con todos ellos un propio imperio y poderío, al que se someten hasta grandes señores sin ninguna distinción, pues “la Necedad” es el principio y fin de la vida, el alfa y la omega de la existencia, porque la vida no sería vida sin el placer, y eso mismo es la Necedad, ya que “¿hay un solo día en la vida que no sea triste, monótono, insípido, aburrido y molesto, si no se le adereza con el placer, es decir, con la salsa de la necedad?”, aun cuando los acostumbrados a dominarse frente al placer como los estoicos digan lo contrario, pues también ellos sienten placer, y eso no se puede negar, y aunque ellos mismos digan que la sabiduría consista en seguir la razón, y la necedad, por el contrario, en dejarse llevar por las pasiones; siendo la edad del niño la más ventajosa y la más grata, siguiéndole a ella la edad de la juventud, edad que le sucede a la infancia, para después llegar a la edad de la vejez, edad tediosa, refunfuñadora y molesta tanto para sí mismo como para los demás, pero que si no fuera por “la Necedad” que mete su mano para volverlos a la infancia, y que no en vano se le llama a la vejez la “segunda infancia”, llevándolos a los márgenes del río El Leteo, río que nace en las islas Afortunadas, para que beban a grandes sorbos el agua del “Olvido”, para que aminoren sus cuidados y vuelvan a la juventud, a pesar de que eso mismo sea “chochear” y “divagar”, pero por eso vuelven a ser niños, porque nadie, entonces soportaría a un anciano en su plenitud de fuerzas mentales el rigor de sus críticas, para ser un beneficio la necedad, por consiguiente, en la vejez, para hacerle y hacerse más agradable en su convivencia, al punto que los viejos quieren con frenesí a los niños, y éstos a los viejos, sin duda porque (como dice el poeta Homero) “los dioses se complacen en poner siempre juntos a los que se semejan”. ¿En qué otra cosa se diferencia sino en que el viejo tiene más arrugas y más años? Por lo demás, todo es igual entre ellos: cabellos descoloridos, boca desdentada, cuerpo pequeño, apetencia de la leche, balbuceo, charlatanería, frivolidad, olvido de las cosas y falta de reflexión; siendo la encarnación de la misma necedad la mujer, porque disfrácese como se disfrace “mona siempre se queda”, pero por su misma necedad, ellas son más felices que los hombres, teniendo como privilegio la hermosura para pretender con ello agradar a los hombres, para lo que son sus adornos, sus tintes, sus peinados, sus perfumes y demás, precisamente, todo por la necedad y por ella sean ellas las que en verdad dominen y manden; la Necedad también es llamada “Ingenuidad”, como lo que hace que lo feo sea visto como bello, el viejo ame a la moza, y la moza al viejo, eso mismo, la Necedad es lo que hace agradable la vida; la Necedad es lo que hace que el pueblo soporte a su gobernante, el jefe al súbdito, el amigo al amigo, la esposa al marido y viceversa, el anfitrión al invitado y viceversa, con algo de adulación, comenzando por sí mismo porque es necesario autoafirmarse antes de dar importancia a la aprobación de los demás, para lo que “la Filaucia” da grandes facilidades para que nadie se queje de su fisonomía, ni de su ingenio, ni de su nacimiento, ni de su estado, ni de su educación, ni de su patria, de tal manera que nadie aspire ser otro que él mismo, o lo que sería igual a decir con la teología moral de la Iglesia Católica a que “todos tenemos que ser fieles a nuestra conciencia”, como lo fuese el propio San Francisco de Asís en su tiempo cuando a la Iglesia de la opulencia de entonces hiciera oposición, pero con la característica de su sumisión a la experiencia del Magisterio, que lo diferenciara precisamente de otros que como él se opusieran de manera radical como el mismo monje Savonarola y otros más de ese estilo; o como también lo dijera el filósofo español José Ortega y Gasset con aquella idea de ser nosotros mismos sin “alterarnos”, es decir, sin tomar y decir como comportamiento propio lo que otro piensa y opina, con el pretexto de que se piensa o se dice lo que “la gente dice”, como si eso fuese criterio suficiente para despersonalizarnos; todo esto para decir con Erasmo de la necesidad de la Necedad de la que se fortalece “la Filaucia”, como ya se dijo, porque no son los sabios hechos para gobernar, ni para política, ni para la vida social, cosa que si es dada para los que son necios y sepan cualquier vanalidad sin importancia inventar, porque la necedad es el manantial de donde nacieron los hechos famosos de los grandes héroes que han exaltado hasta las nubes los oradores y literatos, y de todas las artes, porque el afán de gloria y reconocimiento universal es lo que mueve en el fondo a un autor, y esos es necedad, como lo es especialmente hoy por hoy el cine, donde se están haciendo magias para hacer ilusionar y soñar, o como lo que interpreta el gran actor Robin Williams, en la que hacía de un estudiante que hacía las veces de payaso en un hospital, en la por de más famosa película sobre Patch Adams, película dirigida por Tom Shadyac, basada en la historia real de Hunter "Patch" Adams y el libro Gesundheit: Good Health is a Laughing Matter, de los autores Adams y Maureen Mylander; siendo Match Adams, el inventor de la “risoterapia”, para producir beneficios mentales y físicos por medio de la risa, sobre todo, de la experiencia grupal y de reírse de uno mismo, y eso no es otra cosa que Necedad, no dicho por Erasmo, sino añadido por el que esto escribe, porque la Necedad, y entonces volvemos otra vez a Erasmo y a su libro, para decir que la Necedad es la que engendra las naciones, conserva los imperios, las leyes, la religión, las asambleas y los tribunales, porque la vida humana no es otra cosa que un juego de necios, y en eso consiste la representación de la comedia humana, que el que más necedad tenga como conveniencia, más felicidad tendrá, y en la que es necesario mucho porcentaje de no avergonzarse de nada y de atreverse a todo, a diferencia del sabio e inteligente, que por no errar tiene demasiada prudencia y nunca hace nada, sustentándolo todo en la reflexión y precaución, afianzando con ello su falta de carácter y sus muchos temores, mientras que el necio se deja llevar por sus impulsos y hace, porque el necio “no ve sino los hechos”, porque gracias a esa misma necedad la vieja quiere parecerse joven y para ello su apariencia retoca, sometiéndose a toda clase de suplicios con tal de no parecer vieja, como igual también el viejo que busca disimular su vejez con múltiples artificios, y eso es necedad, pero que es necesario para hacer que todos se hallen contentos, y en algo felices, porque la necedad es propio de la naturaleza; siendo las ciencias las que más se asemejan a la Necedad, la medicina, que busca, entre otras cosas, agradar al enfermo; después los hombres de leyes, ya que ellos a su antojo regulan los grandes y los pequeños negocios, y así aumentan su fortuna y son más felices; mientras que los que más lejos de la felicidad se hallan son los que cultivan mucho el saber, pasando a ser doblemente necios, ya que olvidando que son naturalmente mortales, procuran con ejercicios y demás acciones alejarse de ella, como si con ello superaran y perfeccionaran a la naturaleza misma; además los necios tienen una cualidad y es que son francos, sinceros y directos, y eso no se puede despreciar, mientras que el sabio tiene dos lenguas, una para decir la verdad, y la otra, sólo lo que le conviene según las circunstancias, y de estos se rodean los que gobiernan pues necesitan de quien los adule y alabe en todo cuanto hacen, pues los que mandan no aman la verdad; la Necedad es considerada por los sabios como la locura misma, y no hay peor desgracia que ella, según los sabios, pero hay dos tipos de locura, una la que pierde todos los sentidos y le hace ver lo que es como otra cosa distinta como consecuencia del extravío de la razón, y otra es la locura que sin perder ningún sentido se lleva a creer verdadero lo que no es, como la de aquellos que se complacen en contar o en oír milagros y mentiras monstruosas y nunca se cansan de escuchar las fábulas más extrañas acerca de espectros, de duendes, de fantasmas, de infiernos y de otras mil maravillas por el estilo, las cuales, cuanto más se apartan de la verdad, más crédito les dan las gentes, y con mayor delicia las escuchan, de entre los que se hallan los clérigos y los predicadores, como dice e insiste Erasmo; o de lo que últimamente se ha insistido en la famosa existencia de un santo Grial, del que fuese y es famoso el libro “El código Da Vinci”, como igual dijimos, y desde entonces, ya todos hablan de un hecho y realidad de la existencia del tan irrisorio cáliz del que bebiera Cristo, como reliquia que anda andando por el mundo, y de esto nadie da como invención sino como cierto, como el mismo Santa Claus, u otros muchos cuentos que hoy se dan por ciertos y sin ninguna discusión, o como lo que el mismo Erasmo refuta en su obra que aquí llevamos, de aquellos “que creen que si ven alguna imagen o cuadro de San Cristóbal, el Polifemo cristiano, ya no se morirá aquel día; los que por rezar cierta oración ante la efigie de Santa Bárbara, se imaginan que volverán sanos y salvos de la guerra; y también los que por visitar la imagen de San Erasmo en ciertos días, llevándole tantas velas y diciéndole tales o cuales preces, esperan que muy pronto van a ser ricos[1]”; la Filaucia y la Adulación se diferencian en que la primera “consiste en pasarse la mano a sí mismo por el lomo”, mientras que la segunda “consiste en pasársela a los demás”, y ésta es buena ya que hay una adulación que es mala como la que emplean algunos para engañar a incautos, mientras la adulación buena es la que “levanta las almas abatidas, consuela a los tristes, vigoriza a los débiles, despabila a los torpes, alivia a los enfermos, doma a los soberbios, hace que nazcan y duren las amistades, inspira a los niños en el estudio de las letras, regocija a los viejos, hace que el hombre sea más agradable y querido para sí mismo”[2], lo que hace que de hecho sea la más grande dicha que pueda haber y existir, aunque suene a auto engaño; pero lo que es cierto y seguro es que las cosas dependen del valor que nosotros mismos les demos, y no de las cosas en sí mismas, sino de la importancia que para nosotros tenga, independiente de su valor, porque como dijeran otros autores y ya no Erasmo, que cada cosa es un sacramento para cada uno porque para cada uno cada cosa le dice algo más de lo que representa por si sola, o lo que sería lo mismo a decir que cada cosa es valiosa porque nos trasciende más allá de lo que es, y como ha de ser lógico y natural, convierte en todas las cosas de valor relativo y nada de absoluto, de como igualmente se podría definir el arte, aunque ya lo hemos precisado cuando a van Gogh citábamos en este respecto, porque, entonces, el arte no tiene belleza universal, sino absolutamente particular, porque no dice lo mismo a todos, sino algo distinto en cada uno que una obra contempla, lee u oye, o saborea, porque también es arte la cocina, y no en vano habría de llamarse, como así bien se llama ese oficio bien desarrollado y desempeñado “el arte culinario”, y que debería ser el primero de los artes, a pesar de que no se cuenta en la lista de las artes, ya que “es primero el comer, después el filosofar”, porque primero le dan tetero o mamila al niño, y mucho pero mucho tiempo después el que piense y discierna; y de ese arte culinario es famosa y de gran lección la película “Ratatouille”, que hace referencia a un plato especial de una región de Francia, teniendo la película como enseñanza en el crítico del sabor Anton Ego que la buena comida y su buen gusto nos recuerda los momentos gratos y agradables vividos, sobre todo en la infancia, de allí que el gusto en el comer es arte porque nos remite a momentos felices de nuestra vida y nos vuelve a hacer felices, como fuera lo que experimentara cuando con sorpresa de sorpresa el plato que el la rata Remy le prepara para someterse a su aprobación, y a su memoria un recuerdo de sus años de niño volviera, apenas probara el plato que le sirvieran, y que no era otra cosa que el «confit byaldi» del que del plato francés “ratatouille” fuera una variación; y a pesar de que el crítico culinario, Antón Ego, es suspendido de sus licencias como crítico culinario por la asociación francesa, Antón Ego forma una sociedad con Linguini, que era el cocinero flaco y falto de experiencia en la cocina al que la rata ayuda, y Colette, y por supuesto la rata Remy que es la experta en la cocina y ciertamente el chef y la creadora, o más bien creador, porque es macho y entonces debería ser ratón, y compran y crean un nuevo restaurante, llamado precisamene restaurante “La Ratatouille”; mas no debemos olvidarnos que todo hijo su padre tiene, como en otra parte muchas se dijo, aquí algunos datos de los creadores algo tenemos que decir, porque todo hijo de su padre se siente orgulloso, y sea dicho algo de la ficha técnica de la película que su guión fue obra de Jan Pinkava, Jim Capobianco, Brad Bird, Emily Cook, Kathy Greenberg y Bob Peterson, sin contar ni mencionar a sus muchos realizadores porque es una película de animación por computadora producida por Pixar y distribuida por Walt Disney Pictures, y con ello somos fieles a lo que ya se dijo y hemos mantenido.
Pero sigamos con Erasmo, ya que de su obra nos valemos para seguir hablando de la necedad y de lo necesaria que es en el mundo, haciendo como Erasmo hace la diferencia de una y otra necedad, pues este autor insiste en que así como es necesario y útil la necedad para poder ser feliz en este mundo, porque del otro no se sabe, hay, sin embargo, otra necedad que hace creer que lo que se considera sabio no es más que la propia necedad en esencia, de la que son partícipes los gramáticos, los literatos, sobre todo los que buscan a todas costas tener fama y buen renombre, distinto de aquellos que escriben sin tener reparo y que son necios, en cierta manera los buenos necios, por no someterse a normas ni a buenos criterios; después, entre otros, están los filósofos y los teólogos, éstos últimos a quienes Erasmo ataca en su obra con mucha insistencia y de quienes dice que “los mismos apóstoles necesitarían una nueva Venida del Espíritu Santo si tuvieran que disputar sobre estas materias con esta nueva especie de teólogos[3], complaciéndose más a sí mismos, para diferenciarlos de los otros teólogos que son más versados en las ciencias y que han tenido tiempo de hojear los Evangelios y las cartas de San Pablo para ser más realistas y con las verdades de la verdad conformes, y que esas cosas de los anteriores les producen náuseas, y quienes hablan y justifican sus elucubraciones con sofismas y lógicas, y hasta del infierno con familiaridad hablan, “como si hubieran vivido muchos años en este país”, o sea el infierno mismo, de las que otros autores han sido también contestatarios como el mismo Martín Lucero, al entre otras cosas las indulgencias y de sus abusos y exageraciones, con mucha razón histórica en su tiempo con gran atino supiera criticar, o el mismo Dante Alighieri, con su gran obra de la Divina Comedia, en los infiernos y purgatorios a muchos importantes colocara para de sus formas fantásticamente ironizar; y que gracias a la gran apertura del Concilio Vaticano II, en la Dei verbum, en ese sentido se han dado grandes pasos al insistir y enseñar que es necesario las Escrituras saber interpretar, no en el sentido literal, sino en el sentido completo de la Revelación, para lo que hay mucho dedicar tiempo y estudiar.
El caso es que en esa mañana como dos necios que perdían el tiempo de cosas sin importancia hablaban, y un buen rato en conversación esa mañana los dos pasaban, y si no fuesen verdades o cierto lo que hablaran, ambos su buen tiempo para creerse felices, y serlos, porque de eso y de otro la vida se trataba, porque tenía razón, y aquí y en esto y todo otro se aplicaba, lo que Erasmo en su obra escribiera de ser necios y la necedad sobre ellos felizmente reposaba y de ambos se escuchaban sus tremendas carcajadas, porque era serio y no lo era todo lo que conversaban, porque es propio de necios pasarla bonito y bien, como habrá de estarla pasando el que en este momento esto mismo se halla leyendo, porque de que habrá de ser necio para estar perdiendo tiempo y haber llegado hasta este punto, de seguro habrá de serlo, porque es necio, pero del necio bueno, como del que habla Erasmo en forma de sátira y de sarcasmo al exaltar al necio visto por otros como del montón y del monte, como lo dijera la propaganda de la salsa de tomate en la televisión, pero habrá de seguirlo siendo para saber en qué para toda esta historia y ver qué de ella saca, pero para eso, habrá de continuar en el próximo capítulo, que es donde se encuentra lo más necio de esta necedad de perder el tiempo de dedicarse a escribir, y doblemente necio, del que esto, igualmente sigue leyendo, porque como ya dijimos cuando Cervantes en el prólogo al lector lo tratara de “desocupado”, porque un ocupado en otra cosa su tiempo dedica, y no en este libro su tiempo pierde, porque perderlo en ello es de necio, como ya se dijo, pero es solo de necio buscar “pulir el oro que el hombre tiene y es” cuando del arte, igualmente se hablara, y eso nos hace diferentes, afirmando la importancia y la necesidad de la Necedad, que es sin duda la misma locura, pero la buena, porque no sería justo que un pulpero a su queso no alabe, y no sería conveniente no alabarlo.
Pero como en este punto la cosa es muy emocionante y por más que parar se quiera, no podemos dejar de caer en la tentación, porque caer en ella es propio de necios, y que como de sabios no nos la queremos dar, ni mucho de dárnosla de “mirósofos” o de sabios-necios, como ya dijimos que Erasmo dijo, cuando a los sabios e inteligentes en su ironía y sarcasmo criticaba, acudamos al mismo San Pablo, para comprender y sorprendernos de igual manera, al descubrir que ya el apóstol igualmente lo dijera cuando en su carta a los Corintios, por entonces estas cosas de manera magistral resumiera, y así muy bonito le saliera que se “podría repartir en limosnas todo lo que tengo y aun dejarme quemar vivo; si no tengo amor, de nada me sirve. El amor es comprensivo, el amor es servicial y no tiene envidia; el amor no presume, ni se engríe; no es mal educado ni egoísta; no se irrita, no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites. El amor no pasa nunca.”[4] Y todo esto para concordar con Erasmo cuando de estas cosas habla y las ubica en lo que muy bien llama “la Adulación”, pero la buena, que consiste, como ya se dijo en pasarle la mano en el hombro al otro para estimularlo, aun cuando algunos digan que es auto-engaño, porque es mismo es necedad, pero necesaria para poder encontrar algo de la felicidad; pero séanos permitido un poco regresar, ya que por no dárnosla de no ser sabios ni inteligentes, sería lo mismo a una falsa humildad, y entonces, alguna razón ha de tener Federico Nieszche, cuando en su libro “Así habló Zaratustra”, a los cristianos critica precisamente en el tema de la humildad, y entonces en mordaz crítica, pero con toda su razón, en ese punto tenga absoluta validez, y caigamos en lo que Erasmo quiere criticar, y pasemos a ser los sabios-necios, o doblemente necios, por dárnosla de lo que no poseemos, ni por gracia, ni por naturaleza, ni por virtud ni por méritos.



[1] Erasmo de Rótterdam, Elogio de la locura, Capitulo XL, La superstición como forma de necedad.
[2] Capitulo XLIV, Loores de la adulación.
[3] Capitulo LIII, Los Teólogos.
[4] Corintos: 12, 31-13, 8ª.

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