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Volvamos a la segunda entrada de Cristi
a donde estaba Annie, después que Cristi saliera a hablar con el viejo Al, que
es su papá, como ya se dijo que era, y una vez que Cristi decidiera no rendirse
y de rendirse al mismo tiempo y de mandarle un mensaje a sus hijos, de que no
abandonaría a su madre.
Cristi vuelve; Annie está sentada en la
especie de fuente, que dijimos que se parecía, en la casa grande y vieja, y que
tenía todo tirado por todos lados; ay que poner orden aquí, dijo Cristi; la
película da algunos pasos agigantados en su avance; en el regreso de Cristi,
hay una situación nueva; ahora se trata de poner orden; Cristi le pone su mano
encima de una mano a Annie; Annie rechaza su mano; en la mano de Annie hay un
anillo, tal vez el del matrimonio; Cristi vuelve a buscar la mano de Annie;
esta vez Annie deja la mano de Cristi sobre la suya; Cristi le habla a ella en
segunda persona, la tutea.
“La
gente buena va al infierno, por no perdonarse a si misma”, le dice Cristi a
Annie con su mano sobre la de ella; yo no puedo hacer nada por ti, le dice
Cristi, en ese respecto; como queriendo decir, si tú no te perdonas, yo no
puedo hacer nada por eso, porque quien tiene que perdonar eres tu misma a ti
misma, no yo; ahí no puedo hacer nada; sin embargo, yo si te perdono, le dice
Cristi; enseguida ella reacciona en su auto-castigo y auto-acusación: “¿por haber matado a mis hijos, y haber
perdido a mi dulce marido?”; No, le dice él; “por hacer que un tipo escoja el infierno para estar contigo”; en
ese momento la película pasa al hospital psiquiátrico, al jardín; pareciera que
ese jardín fuese una constante referencia al jardín del Edén del libro del
Génesis, en donde es bonito, por lo menos el jardín que presentan ahí, todo
verde, lleno de pinos grandes y simétricos, una grama verde y bonita; hay que
recordar siempre que el arte tiene esa propiedad y característica de generar
nuevos hijos, es decir, ideas, a los muchos hijos que ya engendra de por sí
cada obra, por eso es hermoso y sin fin la belleza que el arte tiene, como ya
se dijo cuando de esto dijéramos en su debida ocasión, pero sea válido el
recordatorio, por si por debilidad y descuido de la memoria alguna vez olvidar
pudiéramos, y aunque sea el olvido una de las ninfas de la necedad, como
también de eso ya se dijo, permítasenos que la necedad haga su aparición justo
aquí para recordar lo que se debe y no
echar en olvido lo que hasta aquí llevamos.
Cristi pide perdón por no haberla
seguido, por haberla dejado sola; pero ese perdón está de más, ya que cuando
ella había tomado la decisión del suicidio, ya Cristi había muerto, y ella sola
tenía que haber bregado con su existencia y realidad; por cierto, que en los
momentos en que Annie escribía por recomendación de sus médicos psiquiatras que
escribiera en su diario, como parte de la terapia, y que aparece dos o tres
veces más la constante referencia a los psiquiatras, en forma de crítica y de
rechazo por manejar y manipular las mentes de sus pacientes… Cristi le susurraba
en el oído que escribiera “yo existo”;
o sea, que Annie existía; pero ella se negaba a eso, a escribirlo, porque el
escribirlo era un asumirlo y aceptarlo; se existe; se vive; se continúa la
vida; se asume la vida; y el arte, especialmente en la pintura, se encuentra
los medios y los mecanismos de encontrarle el nuevo sentido de la vida, si
alguna vez se ha perdido su rumbo y su razón y motivación para seguir viviendo.
Annie manifiesta que quiere ver a
Cristi; después de esos recuerdos, Annie reconoce a Cristi; él está junto a
ella; ella lo llama… Cristi… Cristi…. En ese momento Cristi dice que hace frío;
Cristi recuerda uno de los cuadros que Annie había pintado; Cristi se desmaya;
Annie lo llama… repite su nombre…. Cristi…. Cristi… Ella lo llama…. Cristi se
desmaya… Cristi… Cristi… Ella lo forcejea para que despierte… Lucha… Lucha… No
te rindas, le dice ella….
Las cosas cambian; ella ha salido de su
apatía e indiferencia; ahora es ella la que se preocupa por Cristi, a quien
llama con insistencia y le repite que no se rinda.
Cambia la escena.
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