miércoles, 21 de diciembre de 2016

capitulo 3

                                                                                                                                                          (3)       



         En el transcurso de esa mañana, nuestro personaje no descrito ni tipificado, porque no es lo principal, había buscado la manera de averiguar el número de teléfono de un conocido suyo, para comunicarle una idea, y pedirle un favor.
         -- Hola, P. -- ¿cómo anda la vida, por esos mundos de Dios?
         -- Como usted es bastante conocedor de películas y de esos desenvolvimientos, ¿no sería posible que usted consiguiera en formato de DVD todas las películas que pueda conseguir de Robin Williams?
         -- Lo que recuerdo de él, son muy pocas cosas que he visto – y le indicó algunos datos de algunas películas que había visto, así de manera general, sin decir ningún título por no recordar ni saber ninguno.
         P. se había comprometido a que haría todo lo posible, y que contara con eso. Sería un hecho.
         La idea consistía en disponerse a ver todas las películas posibles del actor referido, y dedicarse a buscar todas las ideas transmitidas en ellas. Tarea nada fácil porque significaría tiempo y dedicación. Pero, motivado por el mismo mensaje de una de sus películas, de que todo es cuestión de quererlo y de imaginarlo con convicción, para que algo se haga realidad, esperaba hacer realidad lo que ahora estaba comenzando a imaginarse. La convicción empezaba a descubrirse porque estaba haciendo que fuese realidad al hacer con la petición del favor lo que estaba pensando y quería. Todo era cuestión de dedicación. No por arte de magia. Sino por convicción. La convicción era de la dedicación con que empezaba. Y la convicción sería la perseverancia con que esperaba mantenerse.
         Nada era cuestión de quererlo y no hacerlo. No había ambigüedad y no cabía. Quererlo era hacerlo. Hacerlo era lograrlo. No solo desearlo. Dedicarse. Esa era la convicción.
         Ya el favor y la petición eran un hecho. Por lo menos, había transmitido la inquietud y la necesidad. El primer paso estaba dado. En lo que dependía de él, todo ya había comenzado.

         No sabía nada, o muy poco de le que llegaría a descubrir y de lo que habría de pasar. Lo sospechaba. Lo intuía. Lo presagiaba. Por eso sentía las ganas de dedicarse a lo que estaba comenzando. Empresa ardua. Pero empresa que ya comenzaba a ser una realidad.

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