(4)
Los días iban transcurriendo.
Nuestro personaje en algunos
desenvolvimientos sociales era muy torpe.
Un día, por esos días, había tenido
que diligenciar algunas cosas en un banco de la ciudad. Había pasado cuatro
horas y media en la cola esperando su turno para realizar la actividad bancaria
que requería por esos días. La cola avanzaba con lentitud monstruosa. Los que
iban detrás de él, casi todos se habían fatigado en la espera y se habían ido.
A veces nuestro personaje quedaba de último hasta que no llegase otro a
ubicarse como el último, que variaba entre diez y quince minutos, hasta que ese
ultimo se iba; y así, en todo el tiempo que estuvo en el banco. Iba conversando
con los de adelante y con los de detrás suyo. Conversaba de informalidades.
Cuando, ya pasadas las dos de la
tarde, le correspondía el turno de ser atendido, la señora promotora de la
agencia bancaria, y que era la única que estaba prestando los servicios al
público, en ese departamento, anunció enérgicamente que ya no atendería más por
ese día. Que vinieran al día siguiente. Se oyeron voces de reclamo. Él también
se hizo sentir con su voz ronca, pero de manera atenta, mostrando su malestar
por la ineficiencia en los servicios de esa agencia en particular. Desde el día
anterior estaba en esos menesteres, y en otra sucursal de la misma compañía le
habían indicado que no había material de oficina, y que se dirigiera a esa
sucursal en la que se hallaba en ese día. De otras oficinas habían venido
remitidos muchos de los que esa mañana habían requerido tales servicios en
concreto, justo a esa, en la que, ahora, ya no serían atendidos. Entre ellos
estaba nuestro personaje.
De manera cortés, nuestro héroe se
dirigió a la expendiente-bancaria y le señaló los papeles, indicando con ello a
lo que iba al banco. La mujer con voz fuerte segura de que la oían en toda la
sala, casi se burlaba a carcajada al comprender que se estaba vengando de él,
al decir:
-- Eso no es por aquí…. Eso es
atención al cliente…. ¡Vaya con Dios!
Nuestro héroe se sintió ridículo. Se
había metido en la cola que no era. Justo la cola de al lado, y que circulaba
con mucha rapidez, era la que llevaba a ser atendidos por la casilla-ventana.
No tuvo de otra que meterse en la cola que le correspondía, después de cuatro
horas y media en el banco, en una cola que no era la que le llevaría a ser
atendido, así hubiera llegado de madrugada.
Esperó su turno en el avance rápido y
fluido de la cola correspondiente. No tardó diez minutos en recibir los
servicios a los que iba. Fue muy bien atendido. Salió un poco avergonzado
consigo mismo… Tanto tiempo…
No hay comentarios:
Publicar un comentario