(7)
En esa
misma mañana, nuestro héroe recibió una llamada telefónica. Era una persona
amiga. Estuvieron hablando largo rato. Tal vez una hora. O menos.
Esto, al
igual que con el nombre, nos obliga a ubicar a nuestro personaje. ¿Será
mecánico, u odontólogo, o médico? No lo es. ¿Y, policía? Ya se dijo que no,
cuando se le relacionó con el caballo. Ni caballo, ni policía. Tampoco burro,
cuando se le refirió con Sancho. Aunque pueda que algo de burro en cuanto a sus
acciones, pero es muy mala fama que se le da al pobre animal, que de burro
tiene el nombre, y ni para saber cómo se le llamaría si no fuese burro el
burro, porque el apelativo o mote de burro, y no la gracia como nombre, la
lleva el que es burro, sin ser animal. Algo de esto tenía nuestro personaje,
sin serlo. Pero que si se mira con claridad y objetividad tiene más de burro el
caballo que el mismo burro, porque un burro se enterca y no quiere pasar cuando
detecta un peligro inminente en el camino; mientras que el caballo, apenas
siente las espuelas se lanza sin mirar a donde va, y se porta brutalmente dócil
al que lo monta causando con ello desgracias y tragedias, tanto para él mismo
como para el jinete que lo domina y manda. No sucede igual con el burro que
entonces con su comportamiento se muestra inteligente; y el caballo con su
docilidad, más bien burro parece y lo es, aunque no lo sea ni lleve ni el
apelativo ni el mote ni la gracia, y con ello sea mayor la gracia que
consecuencia su actuar, al punto que su acción torpe en la obediencia ciega al
que lo guía le lleva a rebautizar su obra de gracia con des, para pasar a llamarse, como el rocín que era antes el caballo
del loco aquel que ya se dijo, para quedar como des-gracia la nueva obra con nuevo nombre y apelativo, y nueva y
distinta la gracia y distinta la suerte. Porque no veía el caballo rebautizado
del loco flaco y enjuto de carnes de las aventuras del personaje del escritor
Cervantes, la mole de los muros grandes del molino con el que se iría a
estrellar, primero él como el objeto en movimiento que secundaría la acción, y
el primero en llevarse el sopetón en el impacto del golpe con las aspas del
molino por un lado, y por el otro, los muros mismos de la construcción. No
hubiese sucedido igual con el burro Rucio que montaba Sancho, porque de plano,
su jinete no le hubiese exigido, ni con espuelas de caballero ni con rama de
burrero menos, arremeter contra lo que no era más que una mole imposible de
derribar con cabezazo y cuerpo, así fuese duro el cuerpo del burro o macizo el
cuerpo del jinete, que en este caso hubiese sido el mismo Sancho; pero que no,
porque burro y jinete no veían más que un molino, siendo molino el molino, como
lo que era, y no gigante armado, viendo lo que creía ver y no lo que en verdad
era la verdad. Esa era la diferencia que hacía distinta la acción y distinta la
consecuencia, porque distintas eran las visiones y distintos los resultados,
como adolorido un cuerpo y con ello también el del caballo con bautizo nuevo, y
sano el otro y sin doler como también hallábase por entonces el burro, sin
bautizo nuevo, que no era necesario para estar sano y sin dolor, y no
re-bautizado para llevarse semejante atropello de la estrellada sin
misericordia contra pared y aspas.
Obligados
estamos en cierta manera a dar un oficio a nuestro personaje. Como caballero
era el primero del caso que ya tenemos, o burrero el otro, como ya dijimos. El
oficio como que fuese clave para poder darnos y hacernos una imagen de nuestro
héroe, que en caso de no serlo como tal, habrá de serlo para esta obra, porque
de alguien tenemos que hablar en concreto, y algo ha de hacer para poder
ubicarnos mejor. Tarea forzada en la que nos hallamos porque es preciso decir
quién es y qué hace, pues de lo contrario hablamos de un nadie y de un uno que
no se sabe y qué papeles tocaba o toca, y ni para saber si le han dado vela en
este velorio, al querer darle carta de ciudadanía y existencia en nuestra obra,
que ya tiene, aunque no la tenga definida y precisada. Pero del que ya nos
venimos haciendo una idea, a pesar de no describirlo ni detallar cómo y qué
hace, ni cómo es. Aunque su actuar ya indicara y nos diera pistas de quien o de
qué se trata.
A este
punto es justo precisar, para ubicarnos, que tampoco así es nuestro personaje.
¿Entonces,
cómo habrá de serlo; y necesario será que tenga un prototipo al cual asirnos
para poder pensar bien en él cuando ya pensemos? Lo bueno para él, es que ya se
piensa, aun cuando no tenga una descripción exacta porque no se ha descrito.
Traigamos
a la mente a Raskolnikov, personaje de Dostoievsky, para ver si de él nos
valemos, ya que a este autor y personaje hemos referido antes al querer darle
un nombre a nuestro héroe. ¿Será estudiante como el mozo aquel del estilo y
objetivo del autor ruso? ¿Estará dubitando y se hallará entrampado en su juego
de la mente, y ambigüerará, como en la ambigüedad andaba entre hacer lo que ya
había pensado y planificado de matar o no a la vieja, sobre la que trata toda
la obra en concreto de Crimen y Castigo?
Y ya con esto que recién apuntamos nos convertimos en padre y asumimos la
criatura como nuestra, sin saberlo que quizás ya otro lo haya hecho, porque no
se puede negar que todo el que en artes anda, en padre se convierte con mucho o
con poco, pero igual en padre se convierte, como ya nos hemos convertido de
manera inmediata al usar la palabra “ambigüerará”,
y que tiene como madre de la criatura el sustantivo “ambigüedad”, que para
alivio nuestro es femenino, ya que habrá de decirse siempre “la ambigüedad”, y
no el ambigüedad, aunque sea masculino la aplicación, pues se dice que esto o
aquello es ambiguo, y con ello cambia el género, a pesar de femenino ser el
sustantivo; sin negar, como habrá de ser lo justo, que si en femenino se usase
como se usa, entonces, también cambia el género con que se use, si es de usarse
en femenino, como por ejemplo, esa idea
es ambigüa, o, esa situación es ambigüa. Y la paternidad habrá de ser en la
forma de usar el sustantivo como verbo al decir “ambigüerará”, porque está
referido a una acción de incertidumbre y de inseguridad dudosa propia del
enfermo en debilidad mental, que piensa una cosa ahora mismo y otra en el
siguiente instante y otra de una vez, que por fin no sabe lo que piensa y siente,
y estando en constante sufrimiento, llegando a tormentos acumulados y en
crecida siempre, como lo andaba el personaje del citado autor del nombre de la
obra que ya dijimos, después que del El Quijote y Cervantes habláramos, y del
que en este momento nos ocupamos. Pero que si lo referimos como comparación a
nuestro personaje nos preguntábamos, ¿será que “ambigüerará”?, y con ello colocábamos como futuro posible al
hacerlo en forma de pregunta, o como futuro simple, si simplemente lo
afirmamos, al conjugar el futuro, como “yo ambigüararé, tu ambigüararás,
él ambigüarará”… y que en el caso de
la relación con el personaje del autor ruso, era como pregunta de esa
posibilidad. Con el detalle en la usanza válida en esta obra, y como habrá de
ser cuando se use en otros casos, insistiendo en los dos puntos de la “ü”, porque según manda la buena
gramática habría de pronunciarse la ü para
que suene como ha de sonar, que es eso lo que quiere decir los dos puntitos
sobre la u en el caso de la única letra que lleva en buen español, por lo menos
en el gramatical normado, pues no tiene otra aplicación en otra letra vocal,
por lo menos en español; y si, en cambio en otros idiomas, como en el francés o
el alemán por referir algo conocido. Igual aplicación tendría, al menos en la
escritura, la palabra Pariagüan,
porque la ü puntuada sería el
indicativo que la ü suena, como de
hecho suena en la pronunciación diaria.
En el
caso de nuestro personaje, tampoco se parece en nada al personaje ruso que
estamos refiriendo. Ya de eso habríamos de darnos cuenta y conocimiento desde
un comienzo, pues se ve que en el caso nuestro, o nuestra en caso de ser
femenino el personaje, como igual dijimos, tiene un hacer decidido y resuelto.
Y,
entonces, como habrá de ser… “¿Y cómo es
él… a qué dedica el tiempo libre?”… Y habrá que hacerlo entrecomillando lo
que acabamos de entrecomillar, porque es de otro la paternidad, como lo es la
nuestra en esta obra, tanto con la palabra que dijimos, como en el caso de
nuestro personaje, que ya tiene forma pero no se ha descrito, y aún así tiene
ya existencia, porque no se puede negar, igualmente, que ya todos pensamos en
ese como nuestro, y que es nuestro héroe, o personaje o individuo, para con
ello, en las tres palabras usadas satisfacer tendencias y gustos, como si el
que en creaciones procura ser auténtico, su balanza por los gustos ajenos
inclinar debería; porque en caso de serlo, sería dar muerte a su creatividad en
ingenio y en intuición en aras de caer en gracia y en simpatía, y entonces, no
sería fiel a sí mismo, sino que pasaría a ser su producción un producto y no
una creación, que es distinto.
Tal vez, por eso, es que nuestro personaje no debería parecerse ni a El
Quijote, ni a su caballo, ni al burro, ni a Sancho; como tampoco, tendría que
parecerse en características y propiedades a Raskolnikov, ni a la vieja a quien
aquel desnucara con el hacha, porque son creaciones mentales de sus respectivos
autores. Aunque no tanto se aplica en el caso de Cervantes, ya que éste dudaba
según el prólogo de su gran obra, si seguir y recoger las aventuras que ya se
contaban del tal Quijote y que después re-contara a su forma y manera; como
igual con el nombre que le daría con exactitud al loco sin carnes; o como si
usaba frases en latín o no, para mostrar su finura, como entonces se
acostumbrara en todo aquel que se preciara de letras, encontrándose en ello una
cierta ironía en contra de esa usanza, y que otros en caminos paralelos igual
hicieran, y que el Cervantes utilizara en el antagonismo tanto de las figuras
flaco-gordo, alto-chiquito, inteligente-bruto, leído-sin letras,
astuto-mentecato, personalizadas estas ideas en El Quijote-Sancho, o en las
mismas imágenes de la caballería, caballo-burro, Rocín-ante-Rucio. Tampoco se
trata de continuar las locuras que en ese libro se cuentan, y que son
fantásticas y propias para entretenerse sabiamente, como algunos intentaron dar
continuidad como en el caso de aquel que titulara una obra Don Quijote
en América o sea la cuarta salida del ingenioso Hidalgo de La Mancha[1], y que es válido porque se queda tentado de esa
hazaña, la de prolongar la historia al continuarla, quien haya consumido en
lectura toda la obra de autor ibérico. Pero cada cual en su paternidad y con su
prole, con la suya propia. Ya que al asumir como propio lo ajeno o pretender
parentesco con ello, no pasa de ser más que burda la paternidad, al punto de
ser padrastro, o arrimado o acomodado, y no acomoda para nada el intento sano
de apropiarse o de acomodarse a la idea- hija que ya ha nacido y crecido con propia
personalidad distinta que la se quiere, y debería ser otra por ser otra la
creatividad; todo porque obedece a su tiempo y espacio. Aunque no por ello sea
otro el hijo y otro el padre como resultado de distintas las uniones y
realidades que los crearon, y ya por eso, son distintas las obras, como ha de
serlo. Pues a esta que emulaba a la del autor español, por lo menos en el
título como idea, ya que la diferenciaba al decir que era “en América”, pero que no se niega que ilusionaba y esperanzas creaba
de ser continuidad al completarla con la idea de que se trataba de “la cuarta salida del ingenioso Hidalgo de la Mancha ”… no era sino
creación propia y original al exponer la idea de lo opuesto del regionalismo y
con ello cierto patriotismo necesario con la influencia extranjera que en
alguna forma su autor quería insistir… Por eso ya era otra la idea, otro el
padre y otro el hijo, y otro el resultado. Y no sabemos si otro el Espíritu
Santo, que dudamos que sea, ya que es el mismo espíritu el que guía las letras
y los inquieta para hacerlo como siempre lo han hecho y lo harán,
siempre-siempre.
No es, entonces, parecido en nada ni
a ese ni a cualquier otro, como ha de serlo, nuestro personaje. Ni al del
español, ni al del merideño. El nuestro tiene y ya existe, aunque todavía no
tenga su carta de ciudadanía, que se da cuando es presentado un niño en la
prefectura en el caso del asentamiento civil, y que aquí se da desde el mismo
momento en que se le nombra, y es harto lo que ya se le ha nombrado, y que así
como cada personaje de cada autor de los muchos que en el mundo hay, exige se
le nombre junto con el padre que lo haya creado; así, igual, con el nuestro, ha
de nombrársele porque existe. Al punto que ya de él hablamos y de él una imagen
tenemos. Cada cual ha de tener ya la suya. Pero, sigue siendo como necesario,
sin embargo, que le demos nombre, ya de mote, ya de gracia, porque no parece
justo que solo le demos el apelativo, como se dijera en algunos pueblos, de
“nuestro personaje”; porque ¿cómo lo irán a referir, o lo haremos, cuando en
alguna obra u ocasión de él hablemos? Podría decirse en referencia que de
“nuestro personaje” se trata. Y aunque nadie lo cite o lo refiera, no puede
negarse, ni mucho menos, que tiene un padre, porque ya es un hijo al estar en
esta obra implícito, y porque de él hace rato que nos ocupamos, aunque pueda
que ya estemos como aquel diálogo entre Abbott y Costello, cuando hablaban de
los jugadores que irían a ocupar las bases en el equipo de St. Louis en el
juego de la temporada, en donde “Quien”
iría a ocupar la primera base, “Cual”
la segunda, y “Nolosé”, la tercera. A
la pregunta de cómo se llamaba el de la primera base, la respuesta era “Quien”, porque “Quien” era el que iba a ocupar la primera base, se generaba una
discusión porque el que preguntaba que como se llamaba el de la primera base,
recibía como respuesta que “Quien”, y
volvía a preguntar el que preguntaba que quién era el de la primera base, y
volvía a recibir la respuesta que “Quien”
iba a ser la primera. Otro tanto sucedía cuando preguntaba por el de la
segunda, recibía como respuesta que “Cual”,
el de la segunda, y “Cual” volvía a
ser la respuesta, y se presentaba un jaloneo verbal porque “Quien”, “Cual” y “Nolosé” serían
los respectivas bases de ese juego, para estar ambos claros en la conversación,
porque el que respondía decía los verdaderos nombres de los jugadores, porque
así se llamaban, y el que quería saber los nombres, a pesar de que oía los
nombres pertinentes como eran, no entendía que le estaban respondiendo
correctamente, y se confundía al punto de perder la paciencia y acalorarse en
el diálogo del show.
Por otra parte, además, es muy útil
tener en consideración que son más famosos los personajes creados, que los
mismos autores o padres de ellos. Citemos, por ejemplo, a un Pinocho, a un Superman, o a un Tarzán,
o a un El Zorro, o al mismo Hombre Araña, o de muchos otros que en
el arte hay. ¿Quién de su autor se acuerda, o los nombra en referencia
respetuosa para aludir a ellos? Nadie. Tan solo que en sus mundos un experto
sea, o que un erudito de la escena viva. Aún así. Más fácil es recordar al
personaje que al autor. Porque, de los personajes referidos hay que resaltar
que existieron primero en el papel y en la mente de sus creadores que en la
pantalla grande o pequeña, que es donde mayor resalte adquieren. O el caso más
reciente del tan conocido Harry Potter, ¿quien recuerda a su creadora? Más no
sucede igual que con la criatura, a quien todos recuerdan e identifican. E,
incluso, del último que en boga está, como son los Simpsons, nadie cita, sino
para los interesados en ello, a su autor. Todos recordamos, y así siempre ha
sido, más al hijo que al padre, aunque al recordar al hijo, ya debería estar
contento su progenitor y creador, pues es su obra.
El caso es que tenemos que dar un
nombre a “nuestro personaje”, porque es necesario que nombre tenga. ¿Cómo le
llamaremos, “matarile
rile ron”?, como decía la canción que cantáramos de niño, u otrora,
para utilizar una sonancia de refinados y de gente de letras, como si con ello
nos hiciera más letrados y diestros en el escribir y en el habla. O, como
podría continuar en cualquier algarabía infantil, como habría de serlo en los
tiempos viejos de aquellos años bellos de recuerdo eterno, al continuar
escogiendo este o aquel nombre, para hacer más gracioso el baile entretenido de
una alegría sin fin: “Yo escojo a Ramón...
matarile rile ron... Y qué nombre le pondremos… matarile rile ron... Le
pondremos Miguelito... matarile rile ron. Ese nombre no le gusta... matarile
rile ron. Le pondremos rey Luisito... matarile rile ron. Ese nombre no le
gusta... matarile rile ron”. Porque, al fin y al cabo, el nombre no era
importante, aunque sí, porque el juego no seguía hasta que no se escogiera el
nombre que gustara, y explotar en carcajadas de inocencia que todo lo
celebraba, porque estaba más que viva y vivita la imaginación., y como ha de
estarlo para el que escribe y crea un personaje, como hemos de crearlo, ya sea
partiendo de un modelo de carne y hueso, o del fruto de una invención, como lo
han sido tantos en la historia, para ayudarnos a la salud mental, así sea pura
imaginación. El Quijote, es uno de ellos, en nuestra riqueza y patrimonio de la
humanidad. Pero no citemos porque sería largo y sin fin el intento y nos llevaría
a otra parte, que no es nuestra tarea en esta ocasión.
Mientras el nombre se nos viene para
escogerlo y utilizarlo para llamar a “nuestro personaje”, sigamos tratando de
otras cosas útiles que van a ser necesarias en nuestra narración. Será el
estilo que utilizaremos para justificar lo que ya estamos contando. Tipo verso,
en forma de poema, sería muy trabajoso, porque nos obligaría a rimar todas las
terminaciones de frase con “on”, como camisón, o pantalón, o canción, o
reunión; o palabras que cuadren para no borrar ni quitar el final con “on”. Eso
en caso de querer combinar todo con esa terminación. Porque si fuese otra la
silaba con que termine la frase, en iguales aprietos habremos de encontrarnos
para hacer que todo cuadre. Otros lo han logrado y han convertido sus obras en
maestras y modelos, ya de la figura, ya de la imagen, como del estilo. Pero
para eso se requiere además de ingenio, mucha genialidad; y en ambos, tal vez,
el ingenio no nos abandone, porque ingeniarse una idea o un personaje puede ser
más sencillo, solo es cuestión de cerrar los ojos y de imaginarse esto o
aquello, y ya la mente nos lleva por mundos maravillosos. O si no, es esperar
la noche para dormir, que ya el sueño nos regalará una nueva creación; más si
ayudamos a la mente con una sopa llena de grasa o algo que altere el buen
funcionamiento digestivo. Sin duda, que saldrían personajes nuevos, comenzando
con seres tiernos y terminando con fantasmas, como consecuencia de una
alteración estomacal que nos pondrá la mente a parir en figuritas nuevas y
extrañas. Podría sentirse feliz, entonces, el pensador aquel que dijera que hay
que “hacer parir la mente”, cuando
proponía que había que pensar; pero que en nuestro caso no debería tener mucha
aplicación, porque había sugerido aquel otro hombre de la película, que hay que
escribir y no pensar. Hay que escribir, decía. Escribir y escribir… Cuando se
escribe no se piensa, porque, si no, no se escribe…
No es el caso de escoger la forma de
poemas por las razones ya esgrimidas. Así haya habido genios en ese doble arte.
Pero tampoco se trata de que copiemos.
¿Habrá de ser, entonces, el estilo de
la historia por el que optemos en nuestra escogencia? Y hay muchas obras por
ese estilo. Es larga la lista. No se trata de darnos de eruditos y de citar a
este y aquel otro para saber, como aquel autor mexicano de reciente renombre,
como para saber que se sabe y es extensa la información. O de repetir como el
loro lo que otros loros igual repiten. No es historia-historia lo que aquí
contaremos, porque no es fidelidad a los hechos y a los acontecimientos, y no
se trata mucho menos de biografía, o algo por el estilo. Que no porque sea
biografía sea tediosa, sino porque toda biografía llega justo a esos límites de
lo aburrido. En todo caso, se trata de respetar los gustos y los colores,
porque no todos disfrutan de los mismos placeres en el placer del disfrute de
la vida. Hay quien disfruta más lo fantasioso y lo creativo, como la novela, o
la historieta, o lo que sea, pero que no se encuentra en la biografía, que es
más bien fría, y al punto de ser considerada de todas las formas de escribir la
más pobre de todas. Sin negar, por supuesto, que adentrarse en esa forma
requiere paciencia para sumar y juntar datos de aquí y de allá para contarlos
con objetividad. Lo que también requiere su cansancio y fatiga, y su mérito
tiene que tener, que es la consulta de datos para la posteridad. Admirando, sin
embargo, a los que su memoria ejercitan en ese estilo.
Tampoco habrá de ser en este caso la
escogencia de la forma que utilizaremos y que ya estamos usando, como habremos
de darnos cuenta. Ni la poesía, ni la historia. Aunque ya hay poesía como
creatividad en la historia que se pueda estar contando, porque eso es poesía,
no otra cosa que creatividad. Pero no la poesía como rima, sino como idea e
imaginación. Tampoco se trata de poesía como recurso de sacar lo bello de lo
que ya es bello; aunque en eso consiste el arte según Vincent van Gogh en la
recopilación de sus cartas en el libro posterior a su muerte, titulado Cartas a Théo, en donde en esas
correspondencias se puede descubrir el sufrimiento de van Gogh, pero se puede,
igualmente, descubrir la máxima definición del arte, como el grito de la naturaleza que le gritaba que la interpretara, según
se desprenden de su rico aporte a la humanidad sobre lo que es el arte, sobre
todo en la última carta, por de más reveladora y estremecedora. Sin negar que
lo bello ya es bello en sí, la tarea del poeta, ya pintor o en la forma que se
exprese el genio, está interpretando con sus palabras, o con los colores si a
los colores se dedica, lo que la naturaleza le está interpelando a revelar.
Difícil tarea, entonces, la del arte, como la dijera ya en uno de sus libros
aquel autor alemán, Herman Hesse, titulado En
el balneario de Baden. Pero no se trata de dárnosla de sabedores, sino de
entretejer la idea que estamos queriendo precisar desde un comienzo en esta
obra, en la que todavía no tiene nombre el personaje, sino el apelativo de
“nuestro personaje”, pero que ya nos ubica en la misma para poder continuar. Y
que no es otra cosa que una obediencia a interpretar a la naturaleza que nos
está gritando a que la interpretemos, que la traduzcamos, que la demos para que
otros puedan descubrirle la belleza que ya de por sí los tocados de esa locura
están captando y percibiendo visceralmente. Y en cuanto a que un hijo a otro
engendra y en padre en cierta manera se convierte, por lo menos en cuanto a
idea se refiere y como obra, sin contar en este caso la paternidad de que ésta
o aquella idea crea el autor, podemos aquí juntar la otra filiación en otra
idea como grupo en el grupo de música español, que llevara por nombre “La oreja de van Gogh”, porque hasta una
oreja quitada de un tajo en un arrebato por van Gogh, aunque en esto no se
juntan los que la historia hacen, pues según otros no fue el propio van Gogh
quien él mismo la oreja se quitara, sino que fuese en una disputa en un bar por
Paul Gauguin, otro pintor que quien con él en algo también litigara, y que por
una mujer el motivo fuera y que Rachel de apelativo llevara, y quien fuera que
la oreja del propio van Gogh en persona ella recibiera; aunque en esto igual
tampoco los datos se igualan; en todo caso, por muy muerta que la oreja quedara
al ser desmembrada sin misericordia de su cuerpo, aún en su muerte y frialdad,
a otros inspirara para, por lo menos, rescatar la oreja y darle vida por lo
menos con el nombre, y con ella al loco que de su cabeza la quitara, con sus
canciones no escasa de igual locura, porque hasta para componer canciones que
hagan con sus letras y notas perfecta armonía, algo de desquicio el autor ha de
igual de tener, y sobre todo mucho en ocio igual de vivir, que en algo del ocio
quiera huir, aunque ya el desquicio y amor por la oreja van Gogh siempre tenía
porque desde ese desenlace muchas pinturas de oreja produjera, sobre todo en
los tan valorados cuadros suyos de autoretratos, lo que se hiciera pensar, por
otro lado, el gran amor que por su oreja el pintor siempre tuviera, y que
homenajes post-mutilación, siempre igual en sus cuadros reflejara el amor por
su antigua compañera, aunque algunos hayan llegado a afirmar que van Gogh se la
quitara él mismo para infringirse un castigo y vivir más y mejor su
cristianismo, como si fuera sano de cristianos bien formados el cuerpo auto-flagelarse,
aunque en otros tiempos esta macabra usanza por desquiciados se usase, y que en
nada tienen que ver ni en cercanía de vecindad ni en lejanía de distancia con
la vida propuesta por Jesús al llevar por amor a Él la propia cruz en el diario
y concreto trajinar, y que el pintor admirara en las ideas subyacentes en los
cuadros de Antón Mauve, pintor holandés, quien ejerciera mucha influencia en él
y a quien visitara para aprender a dibujar al carbón y a la tiza, al difuminado
y al pincel; como al ruso Jean François Millet, de quienes dice con gran admiración que a no ser que por los
cuadros de Mauve y de Millet, nunca hubiera ni escuchado ni visto un buen
sermón sobre la resignación, en cuyos cuadros sí encontraba lo que es la
verdadera resignación, “en esas mujeres
altas y flacas, esas pobres mujeres vencidas y agotadas, negras, blancas,
morenas; están pacientes, sumisas, prontas, resignadas, calmas… Están
jadeantes, cubiertas de sudor, pero no se quejan, no protestan, no se lamentan
de nada… Encuentro en ese cuadro una filosofía notablemente elevada, práctica y
silenciosa, que parece decir: “saber sufrir sin quejarse es la única cosa
práctica, ésta es la gran ciencia, la lección que se debe aprender, la solución
al problema de la vida”… “Me parece que este cuadro de Mauve sería uno de los
raros cuadros delante de los cuales Millet se detendría largo tiempo
murmurando: “tiene corazón este pintor”. Aunque si se coloca seriamente a
mirar y comparar los cuadros y las obras referidas, se piensa que más Mauve,
más bien fuese Millet, de quien pareciera estar van Gogh hablando; que aunque
otras orejas son también famosas en la historia, como la oreja derecha de la
que San Pedro le quita con su espada al siervo del Sumo Sacerdote, y que Malco
se llamase el desorejado que según Mateo y Juan así debió de quedarse, porque
no dicen que Jesús la oreja a Malco le devolvió, siendo sólo el Evangelio de
Lucas el que dijera que su oreja le curó; otra oreja famosa en la historia, sin
contar las de las faenas taurinas que otorgan a los toreros que las merecen por
su faena en la arena frente al toro, es la oreja que Mike Tyson mordiera dos
veces a su contrincante Evander Holyfield y que por ello su pelea perdiera,
sin dejar de contar como ha de ser lógico la misma oreja de El Quijote que el
vizcaíno le quitara en la primera refriega de la salida de Don Quijote, y que
fuera la segunda dizque justificada hazaña que el Sancho presenciara, después
de la de los treinta o cuarenta molinos confundidos como gigantes, cuando como su
escudero su inocente oficio desempeñara para recibir el propio Sancho la
primera golpiza por pretender despojar de todo cuanto el pobre fraile llevaba,
creyendo que a él todo le tocaba por la victoria de su amo; sea, así, cuatro
los famosos de que sin orejas se quedaran: el siervo del Sumo Sacerdote, Van
Gogh, Don Quijote, y Holyfield, sin poder llegar a contar los toros de las
plazas en las ferias; pero volvamos a Vincent van Gogh, quien en
correspondencia con su hermano, de un poco
tiempo antes, de por lo menos dos años, donde no se dejaría de admirar la
confesión del propio artista a su hermano Théo, a quien siempre le dirigía sus
cartas, al confesarle y aconsejarle desde lo más profundo de que tratase “de comprender la última palabra de lo que
dicen las obras de arte de los grandes artistas, los maestros serios, y verás a
Dios allí dentro. Alguien lo ha escrito o dicho en un libro y alguien en un
cuadro”. Porque como dijera otro autor y que es el mismo[2]
de lo que usted ahora lee, en otro hijo que en otro entonces produjera, que en
el arte cualquiera su expresión sea, Dios se deja por el hombre encontrar, al
hombre la belleza en sus múltiples formas buscar y al mismo tiempo hallar.
Esa misma verdad implícita y
lacerante, en el caso del ate, que grita en el dentro del dentro de los que
poseen esa sensibilidad, y que se ven obligados a comunicarla, como siempre lo
han hecho, y lo harán los que en futuro les toque su espacio y tiempo, como en
eterna cadena sin fin, para con ello ir mejorando al ser humano, pues de eso se
trata; irán ayudando a crecer en conciencia de su riqueza interna e irán
aflorando más y más el potencial puro y fino de la humanidad, al punto de
llegar a estar de acuerdo y en total consonancia con Víctor Hugo, en su genial
creación de su obra “Los miserables”,
que hay que espantarse del que no tenga gustos por el arte, y de que hay dudar
del que no sienta inclinación por la belleza descubierta por los que descubren
los artistas, cualquiera sea su manifestación. Aunque no dejaríamos de dejar de
sentir compasión y tristeza de los que en artes andan porque algo de locura en
su ingenio tienen, si no mucho, para poder vivir en esos mundos mentales que
viven, para ser, por desgracia suya, ajenos a sus tiempos y de sus
contemporáneos, como siempre ha sucedido. Pero, la humanidad de ellos está necesitada
para crecer, a pesar del sacrificio que estos signifiquen. Tal vez en eso
consiste el eterno sacrificio a los dioses de todos los tiempos. Cada tiempo
necesita un ser especial para la ofrenda. Su locura y su demencia en aras del
crecimiento. Porque loco es, sin duda, un creador de Raskolnikov, como de El
Quijote, para poder seguir contando lo que cada uno de ellos como personajes
iba realizando y sufriendo. Y si lo sufrían los personajes era porque en sus
mentes sus creadores les daban riendas sueltas en sus andanzas y
complicaciones. Complicado era el del ruso con sus batallas internas en su
justificación de que les estaba permitido a los seres extraordinarios hacer
cualquier cosa a costa de los seres ordinarios, que no eran otra cosa que el
popular, el común. Eso era una locura. Por eso mataba a la vieja, porque era
loable que alguien le diera un hachazo, pues era un favor deshacerse de seres
como ellas, viles y repugnantes en todo. Pero tarea que les sería permitida
según pretendiese el personaje de ese clásico de la humanidad en suerte de la
creación de Dostoievsky, o en su desdicha por la locura que eso conllevara y se
le desarrollara, porque es de imaginarse el torbellino interno que debió
vivir-viviendo que se le vivía en su cabeza e imaginación, y que su tiempo se
tomaba para transmitirlo a sus lectores, que también locos eran, y aún lo son y
también habrán de ser, para creer en semejantes locuras, y sobre todo, tener
paciencia para leerse un libro de tan cantidad de páginas, de principio a fin,
y no dar descanso a su alma hasta devorarlo todo y llegar a saber la suerte de
la empresa comenzada, ya en el autor quien se lo imaginado había, como en el
lector, que en su alma igualmente sufría, por eso lo leía y lo leerá quien en
suerte tenga la grande dicha y buena ventura de encaminarse por esos mundos de la
desventura de ser víctima del mundo de las artes en la versión de letras.
Porque bien dice el refrán que “es más
loco que el loco, quien con el loco anda”, porque llegar a creerse
semejante hazaña y tener paciencia para tomarse el tiempo para perderlo en una
locura de pérdida de tiempo en sólo dedicarse a leer. Ocioso ha de estar,
primero, el que a esa invención se dedique, ponerse a inventar mundos en su
fantasía y después atreverse a comunicárselo a otros a través de la escritura;
cosa doblemente ociosa, primero el crearlas, después el escribirla. Doble ocio.
Falta de oficio ese el del que escribe o será mucho el ocio en el que vive, que
no tiene otra que entretenerse en algo. Pero lo más risa que da todo esto, es
que hay quien paga por ese ocio, y entre más ocioso sea el que en ese ocio
vive, más seguidores tendrá; porque habrá de hallar a gente más ociosa aún que
disfrute y exige cosas más descabelladas que leer y escuchar y ver y sentir con
los sentidos. Lo de ocioso ya el mismo Cervantes lo dice en el prólogo de su
libro que ya tenemos dicho, cuando en el mismo comienzo ya al lector lo
clasifica al decir “desocupado
lector”, como habrá de serlo quien
igual en estas letras vaya, y por gracia no detenerse quiera.
En cuanto a la manera que usaremos y
que usando estamos ya, tal vez sea un poco a la manera de contar la que usaba
Cervantes, con los verbos al final de la frase, o con oraciones enrevesadas para
darle algo de elegancia o por lo menos así creerlo, pero que no sólo era el uso
propio de Cervantes, sino que por la época así se escribía, como cuando los
textos de los autores de por entonces acudimos, como un San Juan de la Cruz o sor Juana, por decir
algunos.
Cosa realmente curiosa esa la de los
genios en la creación. Entre más descabellada sea su imaginación más hechiza y
más fieles y adictos tendrá que le crean y defiendan. Porque ¿quien no habrase
dado cuenta que El Quijote no es más que una idea y un puro invento, al igual
que el Raskolnikov? Solo por seguir a estos dos que desde un principio hemos
colocado como modelo de la escritura, mas no por ello, es que seamos clasistas,
cosa que es inevitable en la comparación, que nos obligaba a tomar a unos y
dejar al resto de los otros. Pero no se hizo por pensamiento ni por
separatismo, sino por espontaneidad del momento en el momento que de esto
escribíamos desde un comienzo. Tampoco se trata de colocar modelos, como si de
ello se tratase. No vaya a ser que se llegue al otro extremo de colocar a El
Quijote como el modelo de vida y como el proyecto para el hombre de algún
tiempo. Cosa que la risa despierta, acompañada de carcajada y de burla, como de
hecho a ese extremo se haya llegado en una sociedad política, no tan lejana,
sino muy de nuestros días. Quien semejante ignorancia cometa, en aras de muchas
letras, olvida siempre que El Quijote, no es más que un personaje inventado de
un ocioso de los muchos que en el arte existen; y que si es grande el personaje
era porque grande y exuberante de quien lo inventara, quien fuese escogido como
la ofrenda a los dioses de su tiempo, como en otros fuera la doncella más
bonita, según de culturas e historias nos cuentan. Su aporte en su creación
estaba, como habrá de serlo siempre, para ayudar a la humanidad a soñar y a
fantasear, porque de eso está siempre necesitada la humanidad de todos los
tiempos. Y de esos elementos de siempre necesita para poder llegar a pulir lo
más puro de su ser que es oro puro. Precisamente, porque el que en artes busca,
se encuentra encontrando y en él inmerso vive para depender de la pulitura de
su más profundo ser. Y se encontrará encontrando lo que los artistas expresan
en su exquisita sensibilidad. Tal vez por eso era que sufría tanto van Gogh, y
por eso tanto andaba buscando y se alegraba de hallar en este o aquel otro
pintor alguna nueva faceta que era el fruto de su necesidad encontrada y
proyectada. Cosa de locos, sin duda. Como cosa de locos lo de un El Quijote,
que andaba haciendo estragos y deshaciendo entuertos en la imaginación de
Cervantes, primero, y más tarde en la
Mancha , como lugar escogido de sus locuras. Porque por mucho
que como modelo a El Quijote colocar queramos, no sería de sanos, que
confundiera a unos monjes que por el camino iban como una cuerda de malos
hombres que llevaban presa a una princesa y que se habían disfrazado para pasar
desapercibidos y que para el caballero andante no los reprendiera. Eso por
citar alguna cosa referible de semejante loco, fruto de un sacrificado, como ya
dijimos. Pero resulta más loco que el mismo loco, en el caso del personaje que
citamos estamos, si por alarde de mucho saber y de mucho aplicar, a El Quijote
queramos colocar de modelo a seguir, en un afán de reducirlo todo a un sistema
de vivir. Tal vez por ese modelo a seguir todo lleve a transmutar los hechos,
ya que se ve gigante donde es molino, u otra cosa distinta de la realidad para
estar siempre en una realidad ficticia, llevando con ello, lamentablemente a
toda una sociedad, que como muchos Sanchos, a sabiendas que su amo loco era,
más podía su esperanza de convertirse en gobernador de la ínsula que el jefe le
prometiera, que sus sueños y carencias le llevaban también a creer lo que en su
sano juicio no era más que quimera. Y lo sabía bien Sancho, pero su deseo de
sentirse grande, aunque ya lo era, lo llevaban a transmutar igual su realidad
con su sueño ajeno, porque no tenía necesidad de ínsula ni de su gobierno. No
por eso atrás se daba el Sancho, porque su mente lo tenía igual en trampa, en
aras de tener lo que no le fuera, pero que parecer verdad al pobre gordo todo
en su mente le resultaba de tanto escuchar al loco en sus andanzas y sufrir con
ellas todas las clases de penurias que por andar con loco quien sano está.
Pero como aporte a la humanidad y que
como patrimonio ha de ser, como lo es, además de las cosas locas que en la
imaginación nos crea y nos entretiene con gusto esas locuras, es preciso que
nos preguntemos: ¿dónde está el fruto y la riqueza que este personaje aporta?
Al reducirlo lo empobrecemos, sin duda; sea válido, sin embargo para este
momento, en todo caso, cometer semejante atrevimiento, al comprimir al máximo
lo que es extenso, por ser muy voluminosa la obra y la imaginación y la toda la
ricura que de él se vive, que son tres los quijotes que en el hombre existen:
el quijote, que no era otro que el mucho había leído y su mente enjuta había
convertido, siendo este el primero; el del fruto de tantas lecturas, que de
caballería todas trataba, en caballero andante convertirse quiso, para ser así
el segundo Quijote que en todos igual existe, como diciendo que somos frutos de
lo que en el entorno tenemos; finalmente, el tercer quijote, y el más triste de
todos, que igual somos, el loco, el de las andanzas, del que depende de lo que
pensamos e imaginamos. Porque si en locura estamos en locura nos moveremos.
Como en locura era lo de las caballerías y de caballeros, en locuras de lo
mismo era el comportamiento.
Eso en el caso del primero de los
personajes que aquí hemos colocado como inspiración y modelo de manera
espontánea y sin ser forzados en nada. Porque en el de Raskolnikov mucha es la
interiorización, y con ello la pulitura del oro del ser humano que todos somos
y que igual, todos tenemos. El muchacho era de una inteligencia especial. Agudo
y profundo. Estudiaba para ser abogado. Había ido a San Petesburgo a estudiar.
Pero por cuestiones de dinero había dejado los estudios y se había dedicado a no
ser nada, sino a puro pensar, aunque tenía las maneras para buscar trabajo y
poder pagarse los estudios. Había escrito un artículo en un periódico donde
decía que a los hombres se les divide en dos clases: en seres
ordinarios y en seres extraordinarios. Los ordinarios han de vivir en la
obediencia y no tienen derecho a faltar a las leyes, por el simple hecho de ser
ordinarios. En cambio, los individuos extraordinarios están autorizados a
cometer toda clase de crímenes y a violar todas las leyes, sin más razón que la
de ser extraordinarios. Se fundamentabas en Licurgo, Solón, Mahoma, Napoleón; e
inclusive, sostenía que si las ideas de Newton por una circunstancia o por
otra, no hubieran podido llegar a la humanidad sino mediante el sacrificio de
una, o cien, o más vidas humanas que fueran un obstáculo para ello, Newton habría
tenido el derecho, e incluso el deber, de sacrificar esas vidas, a fin de
facilitar la difusión de sus descubrimientos por todo el mundo. Esto no quería
decir, ni mucho menos, que Newton tuviera derecho a asesinar a quien se le
antojara o a cometer toda clase de robos, sino que la mayoría de esos
bienhechores y guías de la humanidad han hecho correr torrentes de sangre.
Decía, que no sólo los grandes hombres, sino aquellos que se elevan, por poco
que sea, por encima del nivel medio, y que son capaces de decir algo nuevo, son
por naturaleza, e incluso inevitablemente, criminales, en un grado variable,
como es natural. Si no lo fueran, les sería difícil salir de la rutina. No
quieren permanecer en ella, creía que no lo deben hacer. O, quizás habría que
emular y tener en alta consideración lo que dijera por otros caminos otro
autor, como lo fuera José Ingenieros en su obra por de más impactante que
llevara por título “El hombre mediocre”,
al hombre en sociedad en tres dividir, como lo serían según su pensamiento el
hombre inferior, el mediocre, y el hombre idealista; siendo este último el
capaz por su ingenio del mundo transformar, contribuyendo con sus ideales a la
evolución social, al ser original y único no sometiéndose a los dogmas morales
ni sociales, y al que los mediocres se le opondrían, por ser idealista y
soñador, entusiasta y culto, de personalidad diferente, generoso e indisciplinado
contra las estructuras del momento, aspirando siempre a lo mejor, teniendo su
propia verdad, movido siempre según ideales más altos y pensando por sí mismo,
no buscando el éxito, sino la gloria, ya que el éxito es solo momentáneo, tan
pronto como llega se va.
Raskolnikov justificaba el hecho de
matar a la vieja. La mató, de hecho, y de paso a la hermana de la vieja, a Elisa,
también. Le dolió más esta segunda muerte, que no estaba en sus planes, pero en
el momento se le habían complicado las cosas, y no tuvo otra que también
mandarla al mundo de los difuntos. Desde entonces comienza la crisis de si que
ya sabían quien había sido el asesino y de que si no, y comienza el personaje a
delatarse y a dar todas las pistas que nadie ni por casualidad tenía. En sus
conversaciones en medio de sus delirios mentales se va enredando más y más con
el paso de los días. Enferma cada vez más hasta que no tiene alternativa de
entregarse, muy con la ayuda de su amiga Sonia, quien a tomar conciencia con
sus consejos le ayudase.
Y, al igual que con El Quijote en
alguna forma nos preguntábamos por saber su aporte para la humanidad y su
contribución para pulir y llegar al hombre, que es a todas siempre de oro puro,
con este, igual preguntar debemos, ¿dónde avanza el hombre para sí mismo y para
con ello sacar el oro que el hombre tiene? Y la respuesta ha de ser, que no
otra cosa, que la conciencia del mal hecho y su efecto que roe hasta llevarlo
al cruel tormento, y no hallar descanso ni del alma ni del cuerpo, porque en
ese todo es completo, llevando al hombre a ruina completa para enflaquecerlo y
enfermarlo. Y para eso el autor se las juega todas para convertirse en víctima
de su propio personaje, al llevarlo a mundos complicados en sus recovecos,
porque para escribir tan largo y tan complejo, ha de tener un alma y un
espíritu bien refinado y cultivado en esos mundos, o descubrir cosas nuevas, que
también habrá de descubrirlas el lector cuando tal historia lea. Porque no
halla mayor satisfacción que el que en artes anda que encontrar eco en alguien
que sepa valorar su esfuerzo y dedicación, y sobre todo que se haga partícipe
igual de su creación.
Porque no hay cosa más cierta y
valedera que el arte requiere que haya otros que por esos mundos también caminen.
Y los habrá siempre, para consuelo y alegría de quienes en esos mundos su vida
gasta. Séanos valido un ejemplo, y del pintor Rembrandt nos valdremos para
citar un caso por de más conocido por los entendidos. Solo un caso de sus
muchos cuadros séanos para este punto por ahora permitido, que no sea más que
el cuadro por de más sabido, que El
regreso del hijo pródigo, y las maravillosas experiencias que en él y por
él y a través de él, experimentase el escritor Henri Nouwen, y que a su vez
creara, al titular un gran trabajo con el sugestivo título de “Meditaciones ante un cuadro de Rembrandt”,
para indicar con ello que un hijo ajeno a otro en padre también convierte si en
su caso el primer hijo, aunque sea de otro, lleva a engendrar otra idea nueva
como efecto reproductivo, como siempre habrá de serlo. Y no tanto porque Nouwen
escribiera, o porque otros también lo hicieran, sino porque quien frente a la
obra de Rembrandt se pare a contemplar, encontrará vibraciones que sólo quien
lo haga con sincera sensibilidad habrá de descubrir. Y si ese hijo a otros
hijos también engendrase significa que se está multiplicando la familia, por
una parte, y la raza humana en su humanidad se está extendiendo, no tanto por
el número como de ello se encarga lo biológico, sino de la conciencia, que es
tarea de lo psicológico. Tampoco se puede negar que quien el libro de Nouwen
leyera, a su vez, de quien de Rembrandt se beneficiara, aprenderá a admirar y a
mirar cosas más profundas que del cuadro había hecho en una simple vista. Y a
su vez, admirará a Nouwen quien fuese el instrumento para volver a mirar a Rembrandt,
y llevará a mirar una y muchas veces más el cuadro, pero también llevará a
mirar la primera obra, que es, sin duda, la misma de la parábola y a Jesús y a
los Evangelios que es de donde viene la criatura implícita. O sea, que un hijo
a otros hijos ha creado. El primero en la idea arrebatadora de la idea de un padre
bueno y del hijo en su regreso, y del encuentro de ambos en amor eterno, y
después un mundo fascinante interpretativo de la obra en sí del pintor en su
ingenio, al plasmar en las manos del padre el juego de las dobles manos, al
interpretar la idea de la madre y del padre al mismo tiempo, como en la luz de
la frente del padre que ilumina al cuadro, y que fuera necesario que Nouwen
esos detalles descubriera y relatara; todo ello teniendo el origen en la
riqueza misma de la parábola que Jesús dijera y que Lucas en su Evangelio de
manera maravillosa fuera el único que tan rica obra escribiera. Y todo ello
suma a lo que ya se suma, en relación estrecha de la misma idea del ingenio y
de la creatividad, que a otros hijos igual engendra, porque en este caso todo comienza
en una parábola, igual recurso literario; después otra obra de arte, como si ya
la primera no lo fuera, en una pintura de un genio de los colores y de las
sombras a través del pincel y su virtualismo en manejarlos sabiamente, para
convertir el cuadro en otra parábola más, e igual resaltar el primer hijo que
la engendrara. Y así lo que primero ya era bello se hace más bello aún en la
interpretación, porque ésta nos lleva a lo sublime al comprender la grandeza de
la primera idea… Toda una prole de hijos con el mismo padre.
Entonces, si volvemos a lo que se
dijo, de que hay que espantarse y desconfiar del que no guste del arte porque
no tiene humanidad y no es sensible a la belleza, es porque no pule el oro que
tiene y posee. El arte lleva a descubrirnos y a profundizarnos cada vez más. El
caso citado antes ya así lo indica. Porque el arte nos hace más rico en
humanidad.
El caso es que toda creación y
proyección en el mundo de la belleza nos lleva a nosotros mismos. Contribuido
en ello lo han hecho los que imaginación han tenido. De ellos estamos en el
fondo con grande deuda. El mundo necesita de gente que nos haga soñar con la
imaginación. Tal vez por eso que ese recurso sea utilizado para manipular y
engañar, igualmente, aunque sea de por sí un engaño a sabiendas que son
invenciones. Pero se necesita un límite y un freno, porque así sea necesario
poder imaginar, no lo es, sin embargo, el engañar. Así no se puede negar todo
el bien que se ha hecho con la invención de Santa Claus, que en verdad nos hace
soñar además en la parte más bella de nuestra vida, como la de el niño en
nuestro ser, pero que igualmente, se ha engañado para crear gente en una masa
manipulada y sin ningún criterio de saber un límite poner. Aunque es necesario
que exista gente que nos haga imaginar, pero todo su justa medida ha de tener.
¿Como ha de ser, entonces, nuestro
personaje? ¿Será invención, o será real? Que aunque sea imaginario ya es real,
como dijeran los entendidos de las ideas lógicas en la metafísica filosófica, y
con ello ser seguidores de Aristóteles y sus seguidores en el pensar, como la
de los tomistas y toda esa época de pensadores lógicos que han marcado una
etapa del pensamiento humano porque si existe en la idea y como una idea, ya
existe, por ser idea. Y eso ya le da su realidad. El solo hecho de pensarlo ya
existe, y entonces, no se puede negar que ya es real. Pero, ¿será real, de
carne y hueso? Sería, entonces, una biografía o una historia o el relato de
algo sucedido a alguien en concreto, con lugar, espacio y tiempo específicos.
Aquí se corre el riesgo de confundir lo real que existe de forma material
concreta con la existencia como fruto mental y de la imaginación. ¿Le daremos a
“nuestro personaje”, que así dijimos que se llamaba y que aún su nombre todavía
no precisamos, una consistencia concreta desde una persona de carne y hueso?
Nos fatigaríamos en esa empresa porque no es de historia lo que aquí se trata,
aunque ya sea una historia lo que en ella estamos, porque si en estas páginas
todavía vamos es porque de un alguien estamos hablando, que ya existe porque ya
nos lo inventamos. Y ya que hemos llegado a este punto, en la forma y fondo de
lo que será pensar tenemos, porque es importante que todos esos detalles mejor
los precisemos.
Al igual que de modelos nos hemos
valido para de alguna forma referir y comparar, valgámonos en este momento
igual, de otros que ya existen. Puede servirnos la forma de revelación que
algunos ya han utilizado, como por ejemplo, Dante Alighieri, con su magnifica
obra La Divina Comedia , con su
invención y revelación de un sueño, con la inspiración de Beatriz quien fuese
su musa, como según él mismo cuenta en sus mismos comienzos, para aprovechar el
viaje por mundos imaginarios del cielo, del infierno y del purgatorio; y
colocar en ellos a quienes el propio autor quería y consideraba que deberían
estar. Colocando en una esfera del infierno según iba descendiendo a unos, y
más profundo a otros, según sus propios criterios, y que no eran sino sus
propios juicios, como si Dios él mismo fuese. Tampoco se trata que de jueces y
de sentencias con esta obra queramos, pero no deja de ser un poco atrevido que
así lo hagamos, pero aun de esto no se ve salvado quien al crear un algo, mucho
de rebeldía, sin duda, tenga. O todo lo opuesto al autor italiano que a las
alturas y a mundos de las postrimerías fuera, de otro autor nos valgamos, como
de Julio Verne, o sus creaciones proyectadas en futuro pero solo de su
imaginación tomadas teniendo como base los adelantos de la ciencia por ese su
entonces, en los Viajes, ya al fondo de la tierra ya al fondo del mar, o de
entre la tierra y la luna, para igual a mundos de imaginación fantástica llevarnos,
y ser así con su espíritu visionario el precursor en forma de novela de la
misma física cuántica, y con ello ubicarse en la línea de los inspiradores de
los descubrimientos de Albert Einstein, como también el inspirador de los
estudios profundos de la masa de la tierra, como con todo lo que tenga que ver
con la geología, ya sea la geofísica y la geoquímica, siendo así, Julio Verne
un autor de gran importancia para el mundo de hoy, aún cuando su aporte haya
sido en forma fantástica y en forma de novela ficción, porque también son
importantes en esa misma línea la serie del “Súper Agente 86” , con su hasta entonces forma particular de Maxwell
Smart de llamar por teléfono con la suela de su zapato, siendo el inspirador de
los teléfonos celulares; o como por otra parte, la misma serie de “Los
Supersónicos”, en donde se mezcla una especie de reciclaje de “Los Picapiedras”, en una vuelta al
pasado con una proyección futurista, porque no se ha nos ha de olvidar que sean
las comiquitas y las películas las promotoras de las grandes ideas que después
el hombre pone en práctica y hace posible en la tecnología para, igualmente, mejorar
al hombre en su misma esencia en esa escalada maravillosa de la evolución.
Y dos muestras aquí tenemos para una
de las dos valernos, ya sea del aquí se trate, o lejano como el mismo cielo,
aunque ambos de pura imaginación se trate. En el caso del italiano, revelado en
un sueño fuera, llegando al juicio y a enjuiciados después de muertos; y en el
del francés, que en la tierra sus pasos pusiera, pero sin su imaginación quitar
para darnos mundos fantásticos que a todos los que sus obras leyera no dejara de
imaginar. O seguir en la línea del escritor italiano, que ya tenemos comparado,
nos colocaríamos a imaginar que somos transportados, ya por un sueño, o en
sueños revelados, o de imaginar encuentros de tierras lejanas con personajes
que ya existencia tuvieron como con Jesús de Nazareth, en el caso de El caballo de Troya, de J. J. Benítez, o
de Og Mandino, con OK. Operación
Jesucristo, quienes, entre otros, se inventaran un retroceso en el tiempo
para tener con él, en el caso de Jesús, trato y entrevista; o la de inventarse
una novela con carácter político y social, porque un autor es hijo de su época
como lo resaltara José Ortega y Gasset en su aporte de filosofía de la
historia, y colocar a Jesús de Nazareth en el tema por de más delicado y fronterizo
de la fe comprometida en la vida diaria con la sociedad, como en el caso de
Miguel Otero Silva, con su obra La piedra
que era Cristo, corriendo el riesgo de un reduccionismo de personaje como
Jesús, quien en la historia de la humanidad creara un hito; es decir de antes de
Cristo y de después de Cristo, como se suele hacer las referencias como patrón
de la historia. En el caso de que
acudamos a los sueños revelados, ya sea por experiencias místicas profundas o
por proyecciones mentales en manifestaciones privadas de las muchas que en la
mística de todos los tiempos siempre hay; en caso de que a esos métodos
acudamos, tendremos que imaginarnos mucho y bien los puntos que se nos van a
comunicar para poder transmitir a los fieles lectores que algún día nos leerán,
para trastornarlos igualmente, como ya de alguna forma lo habremos ya de estar,
y que no sea más que perturbados en esas pretendidas manifestaciones,
considerándonos escogidos por la divinidad de manera muy especial, proyectando
con ello nuestras posibles propias limitaciones y nuestras frustraciones
sexuales, como siempre lo han hecho quienes por esos mundos han andado y quienes
se han auto-considerados instrumentos preferidos de manera personal de la
propia deidad, ya en forma de apariciones de vírgenes o de otras revelaciones,
que siempre nunca se han de acabar, por estar el mundo lleno de desplazados
mentales que, como dijera otro autor, como el mismo Simon Freud, que por
necesidad tendremos que citar, siempre el esquizofrénico con lo religioso su
mundo mental todo lo ha de mezclar; considerando que es necesario, entonces, el
mundo de los sueños dignos siempre de estudiar; y valorar con ello todo lo que
han hecho los que en esos mundos mentales han pretendido a la persona humana
por de más complicada, con su dedicación comprender que es más sencillo y
bonito y fascinante el mundo del hombre de todos los tiempos en cuanto se
quiera al máximo comprender. Y sea válido el estudio de muchos estudiosos que
en esos mundos sus vidas han gastado para llegar en la búsqueda de pulir más el
oro que el hombre siempre es, y que siempre a ello todo nos ha de llevar, para
hacer más sencillo lo que parece complicado en el hombre en su simple mirar, porque
tendremos que con Víctor Hugo, otra vez decir, al hablar de Javert, el policía,
que en el hombre todos los animales a un mismo tiempo todos se dan, “desde la ostra hasta el águila, desde el
puerco hasta el tigre”; tal vez, por eso en otra culturas como la china,
cada año está representado en algún animal; porque del psicoanálisis y de esas
otras ciencias habremos y tendremos por fuerza siempre acudir, para llegar a lo
más profundo de la mente y descubrir proyecciones y frustraciones no realizadas
y prolongarlas en auto-revelaciones pretendiendo con ello a otros desquiciar, a
pesar de que sea de libre aceptación su credibilidad, o como ya lo dijera San
Juan de la Cruz ,
en su famoso poema La subida del monte
Carmelo, ya que el mismo autor dijera que “el alma pura, cauta y sencilla, y humilde, con tanta
fuerza y cuidado ha de resistir las revelaciones y otras visiones, como las muy
peligrosas tentaciones”; o como se lo
dijera, igualmente, en el Catecismo Católico en sus números 66 y 67, que las
tan famosas y en boga revelaciones privadas, “no pertenecen al depósito de la fe” de la Iglesia. Abundantísimas
son las revelaciones privadas que hoy en día en boga están, y que a muchos
fascinan y no a muy pocos igual trastornan, porque de que alucinan-alucinan,
eso no se puede negar, porque la imaginación con la emoción sumada desquicia la
mente, tal vez, como la de El Quijote, que de tantas lecturas de caballería y
de ese estilo, su mente en locura le llevó a parar, aunque no fuera sino en la
mente de Cervantes quien su padre fuera, y no fuese nada cierto en la vida
real. Igual sucede con esas lecturas que tanto adicto tiene y que llevan a
encontrar por todos lados apariciones y revelaciones y no cesan de en ese
círculo siempre rodar. Séanos permitido algún caso concreto aquí citar, como el
tan en expansión que hoy se da, es el caso del San
Pío de Pietrelcina, o mejor conocido como Padre Pío, que tanto furor y contagio
en sus lectores, está haciendo tanto efecto sin ninguna pizca de criterio y sin
ninguna o poca objetividad; siendo el mayor impacto de su biografía lo de los
supuestos estigmas que en sus manos y cuerpo, que según ellos mismos dicen, que
Dios le supo dar; cuando a todas-todas no van las huellas de la crucifixión de
Cristo con las marcas que en las palmas de las manos el santo ya citado tuvo y
tenía en su vida terrenal, pues no eran en las palmas, sino en los brazos donde
solían los romanos a los judíos crucificar; y Jesús no fue la excepción en ese
tipo de muerte que por entonces sufrían los que eran visto como peligrosos como
para el imperio tumbar. Con toda seguridad esa interpretación de que los clavos
que a Cristo le clavaron fueron en las palmas de las manos, se debe de una
lectura al pie de la letra del Evangelio de San Juan; pues los romanos a los
que crucificaban, los clavos los colocaban en los huesos del antebrazo, es decir,
entre el cubito y el radio, que está justo debajo de la muñeca, para que el
cuerpo del crucificado soportara todo el martirio y sirviera de escarnio
público, para todo aquel que contra la autoridad romana se quisiera levantar. Y
ese dato que no concuerda con la historia hace que sea poco creíble lo del
padre Pío, a pesar de que haya tanta gente que lo siga en su devoción popular.
Pero sean las palabras del Magisterio de la Iglesia , en la persona del Papa Benedicto XIV,
palabras que aquí debemos tomar, como en estos asuntos sea la máxima autoridad,
que “no es ni obligatorio ni posible
darles un asentimiento de fe católica, sino solamente de fe humana, conforme a
las reglas de la prudencia, que nos las presenta como probables y piadosamente
creíbles”, cuando el Papa en ese entonces hablaba de los casos de las
revelaciones privadas de Santa Hildegarda, Santa Brígida, Santa Catalina de
Sienna, y que en estos casos y otros muchos esa fórmula, por de más de sabia,
siempre se habrá de aplicar. Porque es importante, igual, comprender que así es
como necesario pulir el oro que el hombre es, en nada o poco ayuda una postura
de esas que aquí acabamos de referir, porque en vez de sacar más brillo porque
el oro lo tiene, más bien lo llena de polvo y tierra al llevar a sus lectores
las realidades invertir, haciendo de esta vida una triste y constante
escapatoria con la pretendida idea del cielo aquí vivir; para, entonces, tener
algo de razón, si no mucha, aquellos que alguna vez el atrevimiento tuvieron,
porque todo en el arte es una auténtica rebeldía a las estructuras del momento
y del concreto y diario acontecer, cuando dijeran que la religión para el
pueblo era un opio, o una droga, como lo dijeran Shopenhauer y otros que su
pensamiento e idea prolongaran cuando llegaron a descubrir y a pensar que en
aras de un cielo post-mortem había que perseguir sacrificando un presente
histórico concreto como si eso fuese la razón principal de la existencia, y en
contra de esa praxis se opusieran, buscando a la humanidad los ojos abrir, y
generando con ello una frontera declarada entre lo que se diera por llamar el
idealismo por un lado, en oposición a materialismo, por el otro como polos
opuestos, como si fe fuese proyectar a un futuro que es misterio y como si la
muerte fuese lo prioritario en detrimento y desprecio de lo terreno, llegando
al extremo de una apatía enfermiza por la vida en su plenitud asumir. En otras
esferas la guerra entre sacralismo y secularismo tristemente se generara, como
si de opuestos radicales la idea de los opuestos se tratara; porque los
opuestos no son radicalmente irreconciliables, como a veces en la práctica se
evidenciara, sino que los opuestos son básicamente necesarios y
complementarios, necesitándose mutuamente para juntamente explicarse. O como ya
lo dijera en alguna parte Víctor Hugo en su obra Los miserables, cuando coloca en franco diálogo a G., o al como en
ese mismo capítulo el autor “el convencional” llamara, con el Obispo, cuando
del rey hablaban, y G. ante el requerimiento del clérigo que le pedía que se
explicara, G. entonces sus razones y explicaciones daba, al decir que el hombre
tiene un tirano, que es la ignorancia, y que en su contra él había votado, por
haber engendrado la falsa autoridad, en lugar de la autoridad que se apoya en lo
verdadero; y que el hombre no debe ser gobernado más que por la ciencia; y a
este punto el autor coloca al Obispo completando que también la conciencia;
pero que no es el Obispo sino en mismo autor que así piensa, porque no dejar de
ser recurso de escritura el colocar en otros lo que se quiere decir, y para
ello personajes se inventan, como es de gran utilidad al escribir, para
completar con el propio G., personaje como ya se ha dicho, que ciencia y
conciencia es lo mismo, ya que “la
conciencia es la cantidad de ciencia innata que tenemos en nosotros mismos”; o lo que fuera lo mismo que dijera en
otros términos, en su obra por de más sabida y conocida, el propio San Agustín,
cuando por su entonces, entonces igual dijera al querer poner a Dios un lugar y
no encontrarlo más que en sí mismo, y con ello místicamente decir, que “siendo así que Vos estabais más dentro de
mí, que lo más interior que hay en mí mismo, y más elevado y superior, que lo
más elevado y sumo de mi alma”.
Eso en caso de que a sueños y revelaciones,
ya de apariciones o de otras maneras especiales quisiéramos echar mano en todo
esto que pretendemos aquí sanamente escribir. Porque, no podemos negar, que el
que en artes indaga y al que en artes algo expresa, su vida queda en alto
porcentaje igual en eso que inventa, su personalidad siempre ha de quedar;
siendo así su obra en una parte su biografía, y que el quiera en ella los
rasgos del que en eso que plasma todo su ser queda fiel grabado como si fuese
una fiel fotografía, como lo dijera el mismo Cervantes al decir que él “no he podido contravenir al orden de naturaleza; que
en ella cada cosa engendra su semejante. Y así, ¿qué podía engendrar el estéril
y mal cultivado ingenio mío, sino la historia de un hijo seco…?”, o como en buen humor el poeta aquel cuando a su
amada una serenata matutina llevara, para pedirle que de la cama se levantara…
porque era muy pequeña la cama y no cabían los dos. Dice fielmente así el poema
de Aquiles Nazoa, de nombre, Serenata a
Rosalía, porque es hijo, y como ya hemos dicho que a toda criatura hay que
nombrarla, porque es creación, la hemos nombrado para andar sólido y respetuoso
en esta ocasión, y quedando plasmado la personalidad de su autor, que se está
burlando con su estilo de una cosa seria, como era la de enamorar a su amada,
pero que le está pidiendo que se levante, porque en la misma cama no caben los
dos, para soltar la risa al no andar por el estilo de un poema que enamora con
la petición más firme de su incómoda situación… Dice así el poema en cuestión, que
también lleva a pulir en el ser humano lo más puro que es el oro a través del
humor:
Levántate, Rosalía
a ver la luna de plata
que el arroyuelo retrata
y el lago fotografía.
Levántate, vida mía;
¡anda, pues, no sea ingrata!
Levántate con la bata,
o sin ella Rosalía.
Ay, levántate mi nena:
sé complaciente, se buena
y ¡levántate, por Dios!
Levántate, pues trigueña,
que esta cama es muy pequeña
y no cabemos los dos!
O la de sacarle lo jocoso a la propia
realidad que se vive cada día, como lo han hecho muchos de aquí y de allá,
porque de eso se trata la creación en el arte, la de transcender la propia
realidad, haciéndola más bella de lo que ya es, y al transcenderla la estamos
haciendo sublime y exquisita; o para ser o pretender ser más finos, al decir de
“allende las fronteras”, para decir
que otros más allá de aquí como lugar y situación también lo dicen y lo viven
diciendo con sus letras ya escritas con buen verso y prosa, ya como crítica, ya
como análisis, y hasta en canciones, además de las muchas expresiones que el
arte tiene; otros, como el mismo Perucho Conde, con su famosa y siempre actual
su canción de la cotorra criolla, que era una especie de adaptación de la
canción del grupo Sugar Hill Gang, que era de Nueva York, y Rappers Delight como se llamara la
canción, haciendo con su humor una simpática versión criolla, con su estilo
propio y venezolano su propia creación, y que vale la pena que traigamos en
este momento para ilustrar y reírnos también de la situación, al cantar su
letra en forma de rap, y admirar lo que halla que admirar, porque como ya se ha
dicho, y ese sea nuestro horizonte, de que el arte no es otra cosa que la misma
naturaleza que grita para que la sepamos interpretar, y hay gente que eso hace
en sus múltiples creaciones, como la que damos a continuación, que dijimos que
es de Perucho Conde, y que es necesario ponerle atención:
Que fú, que fú
que
yo no sea musiú
Me gusta la cotorra y aquí estoy pues
con
mi cotorra criolla que no habla inglés
vivo
en Caricuao y trabajo en El Marqués
llevo
leña en esta vida al derecho y al revés
le
debo al Italiano al Portugués
al
Turco, al Zapatero y a Doña Inés
y en
el apartamento de la UD 3
me
botan pa´la calle si no pago en este mes
Como
la ves, como la ves!
Que vacilón, que vacilón!
Ja ja ja... no es tan seria!!!
Y como se quiera en el humor está la
crítica, ya mordaz, ya en sátira, de la política, que hace que sea más bello el
humor.
O la de inventar largas historias
como la de Coelho, con su famosa obra El
Alquimista, para igual entretener en la imaginación endulzando el alma y
purificándola al llevarla a pulir como se pule el oro más fino, como ya hemos
dicho. O de inventarnos personajes, como es lógico y natural que sea, que
aparecen para decir cualquier cosa que el autor quiere en su invención como
recurso, para volverlos a desaparecer a placer para mantener en velo a quien su
obra lea, como, otra vez, Og Mandino, al inventarse al personaje Simon, el
trapero, y su legado de “el memorando de
Dios” dejarnos, quedando la duda de si fue misterioso el hombre aquel que
desapareció, que muchos llegan a pensar que fue verdad, olvidando que a los en
estos mundos del arte algún personaje inventan a su antojo y necesidad para
decir en ellos los que ellos mismos quieren y hace tiempo piensan. O seguiremos
el fantástico mundo de Robert Langdon, quien viajase entre una tarde y una
mañana de Paris a Zurich para resolver, en la brillante imaginación de Dan
Brown, en la novela por de más brillante de El
código Da Vinci, el complicado mundo en conflicto y misterioso que generara
un cáliz, en el que bebiera Cristo en la Última Cena, y al cáliz que el nombre
de Santo Grial le diera, y entretejer mundos poderosos en conflicto por el
poder, para admirar, sin duda, la imaginación e invención del autor, que al mundo
con su relato, por de más fantástico y de soberbial belleza, en ascuas y
confusión pusiera; al punto de que muchos hoy ni siquiera se ubican en la idea
de que es fruto de una creación y hasta llegan a alegar con datos, como si de
eso la obra se tratara, y que es del género de las artes de la novela. O
colocarnos en seguir un descifrar una intrincada escritura encriptada en el
pecho del muerto de la novela, con lo que comienza, para confundir la mente del
que tal obra leyera, al estar escrita en latín y en forma de una estrella en un
pentáculo, al tener el muerto con pies y brazos, la forma de el hombre de
Vitruvio, que en garabatos en su haber el pintor Leonardo Dan Vinci en sus
buenos tiempos hiciera. Y al estar la escritura en latín y encriptada para descifrarse,
y ahí el juego novelesco de su genio Dan Brown tuviera y se valiera para
entretener la imaginación del que esas invenciones leyera, coloca a un lado, su
crítica a la Iglesia ,
y por el otro con la figura del pentáculo, también a los judíos en la confusión
y en la mira igual pusiera, valiéndose de la idea del cáliz del que Cristo
bebiera, fuera la causa de la causa del mundo todos los males. Y se olvida el
mundo que invención fuera lo que el autor de la obra se propusiera.
Y, así, como antes una obra en otras
igual se multiplicara, como tiene su efecto multiplicador el arte, como siempre
lo ha sido y lo será, por los siglos de los siglos, el hecho de la Última Cena,
como realidad histórica, por de más bella y hermosa, fue interpretada por
Leonardo Da Vinci en un lienzo; tal vez, porque el lienzo le gritaba que esa
obra, por favor creara, porque, como se dijo que la máxima expresión del arte
lo definiera Van Gogh, al decir que la naturaleza le gritaba que la interpretara,
como antes ya dijimos; quizás por eso, Da Vinci, entonces esa maravillosa obra
produjera. Y así como una realidad, por de más de bella, llevaba a la otra para
enriquecerla y comprenderla; de esa misma forma multiplicadora, Dan Brown, con
su aproximación a esa expansión y comprensión su grano también pusiera, dando
con ello hijos, lo que hijo ya de por sí engendraba. Pero cada uno en su tiempo
y espacio, como igual, en otra oportunidad ya dijimos.
Podríamos más modelos colocar para
ver de cuál de ellos podríamos valernos en nuestra manera. O de política, y
entonces temas más serios aquí tratar, como a Carlos Marx con su Capital, con
su aporte maravilloso en el orden social; o de Maquiavelo, con su propuesta de
que el que aspira poder de todos los medos se debe valer.
Entonces llegar a la indecisión de
todos y los muchos modelos que hay en la historia, no saber de cuál de ellos,
nos podremos valer; para llegar a reaccionar como antes igual lo hiciéramos,
que de ninguno de ellos echaremos mano, ya que hijos de otros son, y no lo
podemos negar. Tampoco se trata de copiar a otros, porque son otras las
paternidades, como otras las circunstancias y muy concretas las diferencias y
las mentalidades.
Con todo esto, precisos y claros
estamos. No se puede hacer propio lo que ajeno es, aunque hayan causado
impacto; además, porque en el ingenio no hay modelos y tampoco escuelas.
Tampoco es que ingenio se trate de genialidad, sino de creatividad, y de
imaginación; y en esto, todos somos creadores de nuestros mundos, porque es muy
bonito poder soñar, como no se puede negar que Da Vinci, o Lope de Vega, o
Julio Verne, o el mismo Dante, eran maestros en ingenio, como tampoco
actualmente Dan Brow, o la autora J. K. Rowling con su obra, por de
más fantástica e ingeniosa de Harry Potter. Porque esa es la grandeza del arte que a otros contagia y hechiza
siempre en un espiral eterno. Por eso siempre locos al crear siempre habrá, y
locos al contemplar y seguir nunca dejarán de aparecer pidiendo a gritos que
por favor y por piedad sepan a la naturaleza en sus gritos interpretar, porque
al ellos en el mundo existir, alivio y consuelo aportarán a los que a
profundidades quieren ir siempre, porque es una constante en el ser humano de
todos los tiempos. ¡Qué sería del mundo si no existiese el arte y los artistas
que nos ayudan a ver la belleza que el mundo tiene! Son ellos los instrumentos
para volvernos a la misma naturaleza, como en otras experiencias ya lo dijera
el mismo Teilhard de Chardin, de que si llegase a peder la fe… se quedaría con
el mundo, con la tierra, porque desde ella volvería a tener la fe que hubiese
perdido, de manera hipotética, como él decía. Porque el artista es esa
individualidad especialmente dotada para llevarnos al encuentro con nosotros
mismos, a través de los que ellos místicamente encuentran con su profunda
pasión que los hace morir y vivir, como igual lo dijera por otros caminos la
santa mexicana sor Juana Inés de la
Cruz , pero que no por ello hablen de Dios en sus obras de
manera ex-profesa como los últimos que estamos citando, porque al descubrir la
belleza que el mundo tiene, es al mismo Dios descubrir, aun cuando se ande por
caminos que nada tengan que ver con lo que siempre hemos llamado fe. Porque, al
fin y al cabo, Dios es una experiencia de búsqueda y de apertura, más que la
palabra como tal; y a Dios lo descubren todos en el arte, porque se trata de la
belleza y de sus profundidades, o como consideran algunos judíos adelantados,
que no es tanto a Dios al que hay que buscar, sino a la belleza, porque a Dios
hay que superar y eso es lo que a Dios le encanta, como lo dijera Erich Fromm,
en su obra El humanismo judío, y que
otro como padre engendrara un hijo de nombre Debajo de la matica, otro de los muchos padres[3]
que con otro hijo y paternidad por esos mundos anda, por ser tan extenso el
mundo de la creatividad; y para comprender que todo es un eterno girar, de un
ir y volver al mismo punto y centro, para llegar a comprender que nada nuevo hay bajo el sol, como igual
también dijera el autor del libro del Eclesiastés, para un libro de la Biblia en este extenso tema,
también citar; como ya lo ha plasmado el pensador aquel con la idea del castigo
de Sísifo, quien transportaba una piedra hasta la cima y una vez llegado al
final, la piedra rodaba hacia abajo, y Sísifo tenía que volver a comenzar a
empujarla hasta llegar a la cima, y se volvía a repetir el subir empujando la
piedra, porque ésta estando arriba volvía a rodar hasta el comienzo de la
cuesta, y todo volvía a comenzar; idea ésta reflejada en el sol que sale todos
los días y todos los días al atardecer se oscurece en el horizonte, para volver
al otro día su rutina repetir, como en un sin fin y en un eterno, porque es lo
mismo todo en el hombre en su eterno vivir, porque era la paga o el precio que
el personaje de la mitología griega tenía que pagar para no morir, repetir y
repetir, la misma cuesta con la piedra que llegaba a la cima, y ya en lo alto,
disponerse otra vez a empujar porque la piedra se volvía a rodar. Y ya con esa
idea, en padre a otro convierte, para utilizar en forma imaginativa e
ilustrativa lo que es eterno en el hombre, y en el arte, lo cotidiano iluminar;
para volver a lo que ya se ha dicho, de la importancia que tiene el arte en la
vida del ser humano pues nos descubre la belleza que tiene en sí la vida y su trajinar
misterioso; y con ello la familia aumentar porque otros la misma idea han
tratado y enriquecido como Albert Camus, mucho tiempo después al volver con su
pesimismo propio, mas no por ello fuera de lo real, pero con un nuevo enfoque e
idea que fue una aplicación concreta del hombre como esclavo de su dependencia
como obrero y en el campo laboral; porque vuelve a hacerse eterna la idea de
que a otros hijos engendra una idea, y esa de Sísifo, que de Homero, del autor
griego fuera su paternidad, porque como dijera el mismo Albert Camus, al final
de su estudio respecto a Sísifo, que “el esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para
llenar un corazón de hombre”, y que por eso “es
mejor imaginarse a Sísifo dichoso”, porque a pesar de que tenga que volver
a empujar la piedra, y de cero comenzar, ya la sola idea de que va a llegar a
la cima, es más que suficiente para que el hombre esté contento en su eterno
empujar. Y el arte un gran aporte nos da para comprender metafóricamente lo que
pesado puede resultar, y es por eso que la belleza el artista ha de siempre
descubrir porque se trata de que a la naturaleza hay que saber interpretar,
como igual dijimos cuando la máxima definición del arte van Gogh nos supiera
dar.
Ahora
tratemos de cómo la forma de contar lo que aquí estamos haciendo en nuestra
idea y en nuestra historia, si en relatos cortos o en si formas largas; o si
con muchos puntos, o pocas comas y puntos y comas, o puntos y apartes, o pocos
signos, por una parte habremos de usar; o como ya lo hicimos, como es evidente
en todas las páginas de atrás; o si seguiremos como hasta ahora vamos o es que
tenemos algo nuevo por inventar. Pero como ya igual dijimos, no se trata de
genialidad, sino más bien de ingenio, es decir de creatividad. No se trata de
ser inventores, o de aportes a lo que ya existe, como si con ello fuéramos las
cosas transformar; séanos mejor las cosas de la imaginación permitidas, que en
eso nada pecamos y con ello nuestro derecho sano de poder sanamente imaginar. A
este punto ya estamos de nuestra historia, que no es historia como ya dijimos,
porque no se trata de una verdad o hecho concreto historiografiar, sino de un
recurso más que válido en estos muchos que en el arte de la invención en el
mundo hay.
Pasemos
a lo que queremos, entonces, y permitido séanos el continuar. Pero,
definitivamente, demos nombre a nuestro héroe y no alarguemos más este asunto,
porque como dijimos cuando se dijo que en el juego de matarile rile ron el juego no se podía seguir hasta que no se
escogiera el nombre que gustase en esa algarabía infantil, asignemos uno para
proseguir; y el nombre que nos gusta será por los momentos, el de la “N” o el
del “N”, y así complaceremos los dos gustos, ya sea femenino o masculino, para
emular la doble fuerza que otros en sus aportes han tratado, como el mismo Dan
Brow ,en su obra que ya tenemos citada, de la del El código Da Vinci, por un lado, y por otro, la otra obra suya, la
primera, Ángeles y Demonios, en las
que trata de la importancia de los polos opuestos que son necesarios, lo
femenino y lo masculino, pero no en oposición abierta, sino en complemento y
necesidad. Tal vez en esto consista el mayor aporte de su ingenio en el caso de
Jesús y Magdalena como la aplicación subyacente en toda su obra, y que tanta
confusión su idea generara, para volver a la misma idea de la
complementariedad, y que el autor encuentra expresada en la obra por de más
famosa de la Última cena de Da Vinci. O como del yin y del yang, en otros
pensamientos se insistiera como la necesidad de lo opuesto para existir, ideas
que ya están implícitos en los mismos libros considerados como sagrados, al
colocar que su opuesto necesario y complemento es como en luz/oscuridad,
sonido/silencio, calor/frío, movimiento/quietud, vida/muerte, mente/cuerpo,
masculino/femenino, trigo-cizaña, y de los muchos que en la Biblia hay. Por eso el
nombre que igual usemos habrá de ser indistintamente, llamado unas veces “la N ”, o “el N”, pero se trata del
mismo personaje, y no porque sea ambiguo, sino porque se trata de la idea de la
complementariedad y de la doble fuerza en el ser humano que son necesarias para
poder explicarse mutuamente, como igual se explica la nada desde la existencia,
o la criatura desde el Creador, o el frío en oposición al calor, o el hambre
con la hartura, o la bonanza con la desgracia, o la salud con la enfermedad, o
la muerte con la vida, o la noche con el día, o la oscuridad con la luz, o el
odio con el amor, o lo uno con lo otro, porque se complementan y se necesitan.
Y
como el nombre es necesario, y como ya se lo pusimos, rebautizando con ello a
nuestro héroe, como El Quijote a su caballo, que antes era Rocín, y después Rocín-ante,
y Aldonza Lorenzo por Dulcinea del Toboso, y a las dos mozas que le ayudaron en
la venta donde lo hicieran y juramentaran como caballero, y una se le llamaba
Tolosa, por ser hija de un remendón natural de Toledo, y la otra la llamaban la Molinera , por ser hija de
un honrado molinero de Antequera, les dio el nuevo nombre de Doña Tolosa, a
una, y de Doña Molinera, a la otra, y a todo le cambiaba el nombre, porque
nueva era la nueva historia que desde él se empezaba…y en este punto no deja
uno de pensar, sobre todo en el trance de Don Quijote que no podía comer por lo
incómodo de sus armaduras, y ese momento nos lleve a pensar en aquella obra
titulada “el caballero de la armadura
oxidada”; pero volviendo a nuestro caso, nuestro héroe se llamaba “nuestro
personaje”, y ahora se llama "N", para llamarse así hasta el final,
con una nueva sorpresa para llegarlo a rebautizar justo para terminar,
empecemos a continuar lo que ya empezamos y permítanos sea el poder imaginar,
porque de eso se trata en el hermoso arte de lo que se llama fantasear, porque,
en parte, la humanidad necesita de locos que la hagan soñar, y como ya en esto
estamos, pues vamos a continuar… Y con el nombre comienza ya la creación, como
igual comienza el libro del Génesis cuando de lo creado nos quiere informar que
todo es obra de Dios, y dice que dijo que “haya
luz”, y viendo que estaba bien, apartó la luz de la oscuridad, llamándose
entonces a lo que recién creaba con el nombre de “día”; y así, atardeció y amaneció, y fue el día primero; e igual
con lo sucesivo en su obra hasta llegar al hombre, y que según sorpresa para
verificar su nombre a la Biblia
en esta vez con esa curiosidad se acudiese, para abrir los ojos en la sorpresa,
no dice que Dios al hombre nombre le diese, sino que dice que Dios dijo que “hagamos al ser humano a nuestra
imagen, como semejanza nuestra, y manden en los peces del mar y en las aves de
los cielos, y en las bestias y en todas las alimañas terrestres, y en todas las
sierpes que serpean por la tierra”; y “al ser humano a imagen
suya, a imagen de Dios le creó, macho y hembra los creó”; pero no dice que
algún nombre le dio; aunque por otros caminos, a este punto el poeta venezolano
con su humor y su propiedad dice que Adán es “el ejemplar” que Dios
fabricó “con pantano y a quien el nombre
de humano le dio por disimular”. La intención que tuvo Dios “fue fabricar un cacharro, pero estaba malo
el barro y eso fue lo que salió”; así lo estila en su manera y forma tan
original, nuestro Aquiles Nazoa en su poema titulado un sainete o astrakán donde en subidos colores se les muestra a los
lectores la torta que puso Adán. Porque la curiosidad es grande cuando en la Biblia no aparece que Dios
a su gran creación nombre le diera, y sí a los tres ríos que creó para que
regaran el jardín en el Edén, siendo ellos Pisón, Guijón, y Eufrates; pero no a
Adán como Adán, y ni otro cualquiera, aunque queda claro que cuando dice que
Dios dice que dijo “hagamos al
ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra”, ya queda implícito que ser humano se llamara;
de lo que deducir se pudiera que Adán es el sin nombre, porque no se sabe de
dónde sale su gracia, aunque el que esos datos de fe cuenta, el autor que eso
cuenta, y que se imagina en su invención porque en eso consiste igual el arte, pareciera
que al polvo y a la nada se refiera; y de inmediato en ese relato el “sin
nombre” se apropia una atribución y bautiza con nombre a lo que de su costilla
saliera, al darle el nombre de mujer, y a pesar de que no hila con su origen,
el texto dice que “será
llamada mujer, porque del varón ha sido tomada”, lo lógico fuese en la lógica de la palabra que varona se llamara y
no mujer como lo dice que Adán a Eva le pusiera. Y ya que en la Biblia estamos para
justificar lo de lo nombres, no podemos pasar por olvido todo lo que se
transforma de un antes y un futuro, como en lo de Abram por Abraham, lo de
Saray por Sara, Jacob por Israel; hasta llegar a Jesús, llamado el Enmanuel, y
que su nombre por un ángel fuese puesto desde el mismo momento de la noticia de
su concepción; para después pasar por Pablo, que de Saulo pasa a ser Pablo,
porque es importante el nombre que era antes como referencia, para revalorizar
el nuevo nombre como el caballo que antes era Rocín con su nuevo nombre de
antes, que no era antes sino al final para completar Rocinante porque lo que cuenta
es el futuro y lo que hará, como se acostumbraba en otros tiempos cuando las
mujeres se iban al convento o decidían vida religiosa o de claustro llevar, o
algunos monjes que tanta tenía que ser la renuncia que hasta del nombre antiguo
no se querían acordar, como Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana, que
así se llamara primero, y después que a religiosa se metiera por Sor Juana Inés
de la Cruz se
hiciera llamar; o como aquel otro de por los mismos tiempos, Juan de Yepes
Álvarez por nombre llevase, después fray Juan de Santo Matía, cuando estudiante
era, y más tarde como San Juan de la
Cruz , en otro cuando también su nombre cambiase; y sea
infinita la nómina de casos de cambio de nombre, indicando con ello que el
cambio de vida hasta el nombre implicaba; como en el caso que se cuenta de dos
que se saludan, y uno insiste en el cambio que en todo en el otro encuentra, y
en insistir que ahora estaba más gordo y más alto, y en esto y en aquello, y
ante la aclaratoria del otro en decirle que él no era Juan, sino Luis Marcos; y
ante la insistencia de uno y de otro, uno en hacerle notar los cambios que en
el otro hallaba, y el otro en que él no era de quien el uno hablaba, entonces,
sigue notando el uno el cambio que dice que cuánto era el cambio que el otro
había hecho que hasta el nombre se había cambiado… Costumbre todavía hoy en
usanza porque cuando uno que se hace famoso sobre todo en la escena y del
público cambia su nombre de pila por otro artístico para ser más fácil y
reconocido su triunfo; o en el caso de los Papas, cuando los eligen, ya no se
llaman Karol, sino Juan Pablo II, o Juan XXIII, o León XIII, para indicar con
ello que sus vidas en otras se cambian; o como aquel caso del que llega a la
instancia civil a presentar a su hijo para que quede su nombre asentado y tenga
carta de ciudadanía, cuando el encargado de los menesteres de asentamiento de
los datos que corresponden pregunta al padre el nombre de cómo habrá de
llamarse su hijo, Tigre 24 contesta
el interpelado; ante el asombro del secretario que los datos al libro pasaba,
el padre del niño sus razones de tal nombre alega, y la única que dice es que
así como ha habido alguien con el nombre de León 23, por qué ha de ser extraño
que su hijo, igual, Tigre 24 se llame;
o como aquel caso del padre que llega a bautizar a su hijo, y cuando el párroco
por el nombre del hijo pregunta al campesino, este el nombre que a su pimpollo
pondría se le olvida, y hace que el párroco rece el credo completo, porque el
campesino recordaba que en la
Iglesia todos los domingos el nombre decían; y no hubo otra
para el párroco que el credo rezar, y cuando el párroco el credo rezaba y en la
parte de la concepción del Hijo el párroco iba… “fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo… y nació bajo el
Poder de Poncio Pilato…”, el campesino hizo que el padre se detuviera
porque el párroco ya el nombre que para el hijo el campesino había escogido el
padre en esa parte ya lo había dicho, y el nombre era Ignacio, porque el padre
en el credo lo decía y era el recordatorio que el campesino usaba, y era en la
parte donde decía “y nació” y el campesino pensaba que un nombre lo que el
padre decía; porque cada cual recuerda y relaciona como mejor le parece y
resulta; y con ello quedamos con lo del nombre resuelto para avanzar en lo que
será el futuro de esta historia que también es cuento.
[1] Don Tulio Febres Cordero, autor merideño.
Esta pequeña obra no pasa de ser una lectura pintoresca de un ambiente merideño
de paseos a la Otra Banda
y demás encuentros de familias de la ciudad de Mérida… Es pintoresca, pero muy
lejano al estilo de lo que pudiese ser un intento serio de continuación de la
obra de Cervantes… Muy lejos… Nota del autor.
[2] Véase los libros El
piar de un gorrión, y, Preguntas y
respuestas de toda persona inquieta sobre la oración, en donde se tratan
estas ideas.
[3] El mismo autor de este libro ha escrito un libro con
el título Debajo de la matica, en
donde se cuestiona la importancia y lo nefasto, al mismo tiempo, del “genio
judío”.
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