miércoles, 21 de diciembre de 2016

capitulo 8

                                                                                                                                                          (8)       


“N” había recibido la llamada telefónica en esa mañana. La conversación había sido larga y extensa. Habían tratado temas de gran profundidad y de ninguna importancia. Porque los temas profundos de nada sirven para la vida. Temas como el saber de dónde venimos y a dónde vamos. Temas de gente ociosa que no tiene más en qué pensar, y que cree que al abordar esos temas eternos y de nunca acabarse están yendo a solucionar todos los problemas de la vida y de la existencia. Algunos han llegado a pensar en los elementos esenciales de la existencia como el agua, el fuego y el aire, y desde que se tiene conocimiento del pensamiento humano, siempre ha sido el tema de los temas. Y eso está considerado como hacer filosofía, y lo es. De esos temas habían tratado en esa conversación. Inutilidades, pero igual lo conversaron. Temas tan eternos y de un círculo del que no se sale, como el tema de ¿qué fue primero, si el huevo o si la gallina?, en donde algunos se esmeran en demostrar que fue primero la gallina, de donde viene el huevo; y los otros, en sostener que fue primero el huevo, porque sin él no es posible el pollito que después será gallina, porque sin huevo no hay gallina; pero sin gallina, no hay huevo, y se entra en una duda constante de reconocer que ambos tienen razón, porque sin gallina no hay huevo, como tampoco sin huevo, gallina; dejando de un lado, que sin gallo, no hay ni huevo ni gallina; pero que sin huevo y sin gallina, tampoco hay gallo. Y entonces, no se sabe cuál de los tres es más importante, porque sin uno no hay ni uno ni otro, y tampoco el tercero. Entonces, viene a tener razón la niñita que le contesta a su mamá, en el libro Teresa, de Armando José Sequera, que ella la hizo mamá, cuando la señora y la niña pasaban frente a la clínica donde la había traído al mundo, muy contenta le comenta y le enseña la clínica y le dice “hija, ahí en esa clínica yo te traje al mundo”, y la niñita después de mirar el edificio de la clínica y de mirar a la mamá le contesta, “o sea, mami, que ahí fue donde yo te hice mamá”; y en ambos casos, las dos tenían razón, porque sin gallina no hay huevo; y sin huevo no hay gallina, aunque el gallo también dependiera del huevo, porque vuelve a repetirse la historia y el cuento que nunca tiene fin, como los temas que siempre se conversan para demostrar que se está haciendo profunda filosofía. O como cuando el Chapulín Colorado, otro hijo como idea de otro autor, de Roberto Gómez Bolaños, creados para hacernos soñar y fantasear, en algún aprieto que se encuentra y quiere intervenir para él también ayudar, y cuando nadie tiene soluciones a los problemas que se presentan en esos momentos, entonces, el Chapulín suele intervenir para proponer alguna idea, y apenas dice “yo opino”, enseguida lo mandan a callar, porque así como El Quijote, en vez de las cosas mejorar, las pone mayores porque en vez de desfacer entuertos o desfacer agravios, como era la intención del caballero de andanzas sin igual, no desface, o deshace, que es lo mismo lo que quiere decir Cervantes en su español hablado por los tiempos de su redacción; porque en ambos casos, el tuerto quedaba igual de tuerto, o tal vez más; y si no era tuerto, pues ya lo iba a ser desde ese momento de la torpeza cometida que complicaba más las cosas, como en el primer caso del caballero, y muchas y variadas por otro lado las del Chapulín, que preciso sea traer al cuento lo que Cervantes de su personaje en su ingenio inventa para entretener sanamente en su por de más sabido entretenimiento, como entonces, relata su primer encuentro con el labrador que castigaba a su criado porque en su trabajo era muy descuidado y sus ovejas cada día una cada vez se iban perdiendo, y como los gritos del muchacho al caballero su atención le había llamado, se acercó entonces el justiciero para aplicar justicia, entuertando la situación que en su firme convencimiento estaba enderezando, como dice que dijo don Quijote al labrador “pero quédense los zapatos y las sangrías por los azotes que sin culpa le habéis dado; que si él rompió el cuero de los zapatos que vos pagastes, vos le habéis rompido el de su cuerpo; y si le sacó el barbero sangre estando enfermo, vos en sanidad se la habéis sacado; ansí que, por esta parte, no os debe nada”, sobre todo porque el labrador al caballero en su derecho le alegaba, y para justificar los azotes que al muchacho le daba, y más que por eso para no pagarle nada al muchacho, porque el caballero en justicia un pago y un sueldo para el joven reclamaba, el labrador para no pagar los setenta y tres reales que la cuenta a Don Quijote le daba, de la suma de nueve meses, según el mismo muchacho dijera, y a siete reales por mes, o para pagar menos, en su lista el labrador pedía que de esa cantidad se descontara “en cuenta tres pares de zapatos que le había dado y un real de dos sangrías que le habían hecho estando enfermo”; en vez de eso, apenas se había marchado el justiciero que quería deshacer entuertos, como diciendo enderezar lo que torcido estuviese, lo torció más para el pobre Andrés, que así se llamaba el muchacho, porque apenas ido el jinete en su caballo, se las cobró más fuerte el labrador, quedando todo con todo esto en más azotado el muchacho y llorando y su amo riendo se quedó, porque como se está diciendo si no era tuerto, lo iba a ser desde la torpeza a pesar de ser sana y buena la intención, aunque de inmediato el mismo don Quijote quedara más desfacido, o deshecho, con la caída que por defender a su hermosura Dulcinea frente a unos mercaderes pidiendo que reconocieran su belleza se les quería imponer, y ante el atrevimiento que según a él le parecía, con su espada quisiese al mercader atrevido quien de la Dulcinea pidiese como muestra de ella un retrato, y que aunque ella fuese “tuerta de un ojo y que del otro le manara bermellón y piedra azufre, con todo ello”, para complacerlo en su petición afirmarían de ella lo que él les pidiese, y ante el embarazo de Rocinante, Don Quijote al suelo con armas y todo en esa embestida se cayese, para recibir en remate una golpiza de un mozo de mula que en el grupo se encontraba. Pero con la diferencia del Chapulín, al Quijote la desgracia en ese trance le sucedió en su contra, porque en el del traje rojo y con el martillo del chipote, todos los malos ratos y desenlaces les suceden a los que él quiere siempre ayudar, como igual sucede en el caso de los otros trances que se cuentan en la historia de Don Quijote a partir de ese entonces, aunque haya parecidos con el Chapulín, que en sus entradas apenas lo invocan hace su aparición siempre cometiendo algunas trastadas llevándose por delante las mesas, las sillas o lo que le entorpezca su sorpresiva aparición y desde ahí comienzan las complicaciones para los que lo invocaron pidiendo su ayuda, que a diferencia de Don Quijote a éste nadie le solicita su socorro.
Volvamos a la llamada de teléfono. Habían estado hablando de la “constitución septenaria del hombre”, y como cada loco en su tema siempre anda, esa mañana esos dos locos en ese tema anduvieron. Hablaban profundo, procurando saber de muchas cosas e ignorándolas todas; pero como los locos lo son sin pedir permiso ni les otorgan licencia para serlo, y las naturaleza les hace sus jugadas, estos dos locos a pesar de su cordura hablaban de que el hombre está compuesto de cuerpo, alma y espíritu, y habían entrado en una clasificación un tanto curiosa como la del cuerpo Físico, la Vitalidad, el Cuerpo Astral, el Alma Animal, el Alma Humana, el Alma Espiritual, y el Espíritu; todo ello fruto de una lectura de algunos autores hindúes. "N" se había quedado pasmado y no sabía mucho qué decir ante el abordamiento del tema. Procuraba, sin embargo, hacer un esfuerzo por entender el camino que su interlocutor telefónico llevaba, y que indicaba que quería hablar de que el ser humano se halla dividido entre un ser superior y otro inferior, como así lograba la idea tomar; es la idea de que el hombre es de constitución septenaria y no simplemente una dualidad, o sea, solo cuerpo y alma como dos realidades opuestas y antagónicas, fundamentado en la idea de la cadena planetaria y de las siete razas, que dan la idea de la naturaleza septenaria del hombre, porque cada principio está correlacionado con un plano, un planeta y una raza, y los principios humanos están en cada plano en correlación con las séptuples fuerzas ocultas, incluido en la una trinidad que son Espíritu, Discernimiento y Mente, y que tienen su base en los cuatro instrumentos o vehículos inferiores que son Pasiones y Deseos, Principio de Vida, Cuerpo Astral, y Cuerpo Físico, y por ser inferiores y materiales son transitorios y están sujetos de por sí a ser desintegrados y es lo que se llama como muerte, que no afecta en nada al hombre verdadero que de por sí es inmortal, haciendo así la diferencia radical entre el hombre visible, compuesto de cerebro, nervios, sangre, huesos, linfa, músculos, órganos de sensación y acción, y piel; difiriendo del hombre físico invisible, que está compuesto de Cuerpo Astral, Pasiones y deseos, El Principio de Vida (prana o jiva).
"N" había escuchado atentamente toda la conversación que anterior hemos referido; y en alguna que otra parte colocaba su tímida opinión, pero en nada lograba atinar el tema porque la otra persona en la línea del teléfono se hallaba a sus anchas y no quería perder la ocasión de sentirse escuchada. "N" no entendía del todo. A su recuerdo llegaban algunos autores hindúes que había alguna vez leído. Ignoraba mucho del arte hindú y de la India, y de lo poco que sabía, a su recuerdo en ese momento algunas imágenes hacían el fatigoso intento de traer algo de algo de lo que casi nada sabía. Aquello le parecía un cruel tormento esotérico y lo único que a su mente venía era un enredo de cuerpos como los que suelen colocar en las imágenes del Kamasutra, todo confundido con brazos, cuerpos y piernas. Algunas pinturas pasaban por su mente, y lo único que lograba vislumbrar en sus colores e impresiones eran unos azules etéreos y como vagando en la vaciedad y en las dimensiones del sueño, y se imaginaba a un hombre divagando como en una mezcla de especie de místico, de soñador y de idealista, con una cierta obstinación y voluntarioso, con tendencia a la dejadez, amando la soledad, evitando la compañía de las personas, deleitándose en medio de la naturaleza, comunicándose con los espíritus con quienes buscase complacerse, y conducido por un profundo anhelo por conocer la verdad, comprender la razón de la existencia y entender el significado de la vida; más conectado con un mundo externo que con el real, del que se hallaba desentendido. Su comunicación sería con los espíritus, utilizando para el encuentro la ayuda de los “médiums”, o personas con algunas propiedades de clarividentes para conectarse con los espíritus, porque éstos buscan la comunicación con los vivos, y que por ser seres especiales tienen poderes telepáticos, según creencias y dogmas de esoterismo. Pasaba por su cabeza la idea de la teosofía y su relación con algunas religiones con una mezcla de cristianismo, de esoterismo y budismo, expresado y practicado por una fuerte tendencia de espiritismo.
La otra persona iba hablando y se explicaba. "N" trataba de entender. Su estómago se revolvía a medida que se mantenía la conversación. Era bueno que hablaran e hicieran filosofía, pero aquella tertulia telefónica sus tripas le revolvían.
La otra persona continuaba en su tema. En el universo una ley existe de los septenios. La naturaleza se renueva cada 7 años. Los 7 días de la semana, las 7 notas musicales básicas, los 7 colores fundamentales; todo está regido por el 7. El Hombre tiene 7 cuerpos, a saber: Etero-físico (lo más concreto); Energético o Pránico (nuestra energía vital, que circula esencialmente en la sangre); Emocional o Astral (pues somos susceptibles, por Ley de Correspondencia, a las influencias cósmicas de los astros. La influencia de la Luna sobre las emociones es un claro ejemplo); Mental Inferior o Kama Manas (Kama=Deseo, Manas=Mente; cuerpo donde se concentran nuestras pasiones, nuestro lado racional y lógico); Mental Superior o Manas (cuerpo de nuestra mente desposeída de todo egoísmo, es la sede de nuestros altos ideales y de nuestros sentimientos y pensamientos más puros); Intuicional o Budhi (el cuerpo de la verdadera inteligencia, aquella que nos hace discernir lo bueno de lo malo, es el cuerpo que nos conecta con la Sabiduría Eterna e Infinita); Voluntad o Atmá (Atmá significa Alma, es la Mónada de los teósofos, la indisoluble, la que no le alcanza la muerte, nuestro auténtico y verdadero Yo).
"N" estaba confundido con aquella forma y manera de hablar. Aquello le parecía etéreo y vago, pero en la vaguedad del vacío como en la dimensión de lo impreciso y difuso. Recordaba haber comenzado a leer de un abogado llamado Otahola algunos libros que iban por ese estilo, pero no había podido continuar porque le parecía un estilo que le estropeaba las tripas, sobre todo cuando hablaba de la etereoidad cósmica y astral, difusa como la luz entre el atardecer lánguido de la luz que se desvanece y la noche que se encima, o como el desperezarse del amanecer indeciso e impreciso de una luz que se va y no se va, pero que igual hace su refulgente aparición para invadirlo todo dejando súbitamente detrás la somnolencia de la aurora entrelucida y oscurecina, de lo que son claro reflejo muchos de los cuadros de artistas hindúes con gran influencia de visiones de Buda. No dejaba de pensar en Pablo Cohelo y su obra el Alquimista, en donde encontraba manifiestamente marcada esa tendencia. Encontraba en su simbología una maraña de ideas confusas y obligadamente entrelazadas representado por una serpiente que rodeaba en círculo grande la parte externa del sello, y en la parte interna un par de triángulos invertidos y entrelazados, como tomando el escudo de la simbología de la estrella de David, pero remarcado en negro el triángulo que apuntaba la parte larga del mismo hacia abajo; los triángulos se entrelazaban de manera que se hacen imposible separarlos porque en un extremo, igualmente representado por otro sub-triángulo, estaba superpuesto sobre el otro triángulo, y en el siguiente yuxtapuesto o por debajo del triángulo anterior, formando a su vez en todo el conjunto seis sub-triángulos; en todo el centro de los dos triángulos grandes, que daban y generaban un hexágono, estaba una cruz con una especie de doble círculo en la parte superior; en todo el centro de la parte superior de la figura donde se unía la cabeza de la serpiente con la cola, para cerrar la figura y encerrar a todos los triángulos y con sub-triángulos y con la cruz con el doble círculo, el centro era la simbología de la cruz que usara Hitler y que fuera usada por los nazis (la svástica) cruz gamada o rueda del sol, como significando en sí misma la idea de unir a varias culturas y religiones, además de representar el curso del sol en los cielos, como también representar el poder del Boomerang, todo lo que haces se devuelve, además, de que todo lo que sube tiene que bajar. En todo el centro de la unión de los dos triángulos se visualizaba un diamante, para los que había tapar dos triángulos simultáneamente, tanto de la derecha como de la izquierda, y repetir la misma acción en el siguiente segmento para visualizar, igualmente, otro diamante, llegando a la suma de tres diamantes diamatremalmente y sincronizados, tanto de derecha como de izquierda, de manera que en el sentido anti-horario o hacia la izquierda daba tres, o en el sentido horario, es decir, hacia la derecha, igualmente daba tres diamantes; si se repetía la acción con rapidez, de tapar los dos sub-triángulos de izquierda y de derecha daba la sensación de movimiento, ya sea en dirección opuesta, ya sea en dirección de las agujas del reloj, al punto de repetir y reproducir una imagen centrífuga, de las que estuvo en boga algún tiempo y de las que hacían cuadros con cuerdas de colores para adornar las paredes de muchas casas. Aquella representación de imágenes le parecía a “N” como si estuviera leyendo los pasajes del libro del Apocalipsis, e igual, aun cuando fuera considerado libro sagrado e inspirado, no dejaba de retorcerle las tripas, acompañado con ciertos impulsos vomitivos y de náuseas.
“N” estaba realmente sorprendido con aquella conversación. Le sorprendía la convicción que su interlocutor telefónico manifestaba sobre estos asuntos que para “N” era cosas de locos.
No podía, por otra parte, “N” dejar de pensar también en el libro El código Da Vinci, de Dan Brown, y aunque no tenía certeza, o por lo menos, no lo recordaba con precisión, no sabía si algo de eso y en ese estilo la obra de ese best seller algo de eso hubiese. La manera intrincada de escribir ese autor y el descifre de lo enripiado, le hacían recordar que algún parentesco con esas ideas había de tener. Recordaba de ese libro, fruto de la imaginación de su autor, lo complicado del lenguaje encriptado, primero con la pura y simple representación del Hombre de Vitruvio, de Leonardo da Vinci, con la que comenzara la novela, posición en la que fuera encontrado el cuerpo de Jacques Saunière, en el Museo de Louvre, en París; después el mensaje críptico escrito a su costado y el pentáculo dibujado en el pecho con su propia sangre, para hacer todo el recorrido por la historia de su historia novelesca, valida y admirable en su creación y entretenimiento, como toda creación ha de serlo de por sí y en sí misma, sin a nada ni a nadie, nada deber, ni mucho menos temer, ni rendir cuenta ni permiso pedir, porque obedece a un patrón de imaginación y enriquecimiento propia del padre que la idea engendró y dio alimento para verla crecer, aun cuando en ella de un santo Grial como fundamento de su excusa y pretexto literario y temario a desarrollar, más que válido y valedero; y pasar, entonces, por la implicación de sociedades en otros tiempos existentes, y ahora con nuevas vidas en su obra como recurso, como las de la misteriosa sociedad secreta del Priorato de Sión, por un lado; y por otro, los Caballeros templarios, y hasta implicar de los católicos, en su historia más que válida y justificada la orden del Opus Dei, generando con ello un escándalo mayúsculo por abarcar en su creación a los judíos, primero, y a los católicos cristianos, después, que recibían en herencia una copa, y que al final se genera una inquietud mayor complicada que la anterior, porque no parece que fuera el cáliz, sino Sophie Neveu, la nieta del viejo que encontraron muerto en el museo, y quien ayuda a descifrar lo que había sido dejado escrito en clave bien encriptada, en forma de anagramas o de pistas que llevaban a otra pista para llegar hasta donde estaba el secreto de los secretos… pero que pareciera que la nieta es la heredera de sangre de la línea de Jesús y la Magdalena, y que este pareciera que fuera el mayor escándalo de lo que en su imaginación, Brown como escritor por entonces produjera; siendo mejor la trama en el libro escrito y no tan bien lograda en la película que de ese best seller se hiciera. Lo interesante de toda esta sampablera es que muchos empezaron a escandalizarse de las cosas de la inventiva de su autor, dando por cierto todo lo que él decía en su obra maestra de la imaginación y del arte de la invención, siendo así una obra de colección por su belleza, en el que la clave estaba, la utilización de anagramas o frases enrevesadas para que solo entendieran los que en esos juegos algo supieran, y que no es nada nuevo, porque que hasta de niños se juega cuando se juega en frases encriptadas, como cuando para decir algo a la palabra se le añade o antes o después, dependiendo del patrón o del criterio o del código infantil que se invente para comunicarse, algunas letras para que solo entiendan los que están y andan codificados en eso que ya han pactado, y no entiendan nada en absoluto los que no tienen ni idea de lo se haya pactado; como por ejemplo, se le colocaba a toda palabra la combinación “pre” y todo tenía que decirse con ese código en la conversación, entendiendo solo los que eso entendían, como para decir que “se va a comprar chocolate a la tienda de la esquina”, como medida de ejemplo, entonces, todo tenía que tener o antes, o en medio, o al final la combinación “pre”, y a su vez se diría que “prese preva prea precomprar prechocolate prea prela prede prela preesquina”, y solo entendía el otro niño que en ese juego estaba; y la dificultad era mayor según la pericia y rapidez, porque las añadiduras podrían ser también al principio, y en el medio y al final simultáneamente en cada palabra, haciendo que fuera realmente imposible adivinar si no se estaba diestro en ese arte de la comunicación, para hacer más bella la vida de entonces cuando niños jugábamos y nos enriquecíamos en nuestra imaginación, llevando con ello también un desarrollo mental y cerebral, haciendo que se fuera o más inteligente o menos, de acuerdo con la ocasión. Otro tanto se podría decir con la obra de Brown que a tanta gente espantó, pero que no es sino una creación de las muchas que en el arte hay para hacer mejores y desarrollar nuestra imaginación, que cuando es con diversión es más profunda y definitiva en nuestra formación y crecimiento; y con ello es mejor el pulimento del oro que todos llevamos y que todos igual tenemos y somos, porque hasta en el juego del ahorcado en el que se colocaba una letra al comienzo y la última de la palabra que se tenía que adivinar quedando solo las rayitas o los puntos de la cantidad de letras que hacían falta para la palabra completar, y a cada letra fallida iban haciendo una figurita a la que después se le haría una cuerda para ahorcarlos o salvarse de perder si la palabra no se lograba completar; o la de cambiar una palabra de lo adelante para atrás para en vez de decir “medio” se decía “diome”, todo válido en nuestro hermoso formar. Lo de los anagramas son una diversión; lo fueron cuando niños éramos, y ahora de grandes igual lo son; solo hay que ver cómo andan con revistas de sopas de letras y de otros muchos acertijos, que sin con líneas paralelas u horizontales o verticales, o si en dos dibujos existen siete o más diferencias; todo ello indica que a todos nos gustan los anagramas porque nos entretiene, nos divierte y nos saca del tedio cuando no se tiene nada qué hacer, siendo algunos realmente adictos y aficionados; pero cada cual mata su tiempo como mejor puede, como lo está matando el lector que en este punto va, y el que esto escribe igual su tiempo mata, de eso ni dudar; como mataba el tiempo en sus tiempos Agatha Christie con sus famosas novelas, y terminaba el lector sorprendido de su falta de lógica porque la autora le había dado todas las pistas para descubrir en su desarrollo el autor de los crímenes, y recriminarse el no haber pensado en el que era, y que al final la autora al fin revelaba, siendo eso mismo una especie de anagrama y de crucigrama que había que llenar. Pero el caso es que a “N” esa conversación que mantenía en esa mañana lo tenía con las tripas a punto de expulsar, por lo intrincado de lo que se imaginaba, todo dependiendo del número 7, que era la clave de lo que se conversaba. El 7 como número y referencia en todo, como son siete los días de la semana, como ya se dijo, e igual, siete los colores del arco iris y siete los pecados capitales, siendo ellos la soberbia, la avaricia, la lujuria, la ira, la gula, la envidia y la pereza; 7 las virtudes cardinales que a los 7 anteriores buscan rivalizar y hacerles frente para combatirlas y en lucha encarnizada en la vida diaria no dejarlas triunfar, siendo 7 las virtudes cardinales, como ya se mencionó, la primera de ellas la humildad, después la generosidad, la castidad, la paciencia, la templanza, la caridad y la diligencia, siendo esta última en contra de la pereza, y así cada una enfrentándose a su opuesto para no dejarle en ningún terreno avanzar; y también son 7 los dones del Espíritu Santo, siendo ellos la sabiduría, la inteligencia, el consejo, la fortaleza, la ciencia, la piedad y el temor de Dios; también son 7 las palabras de Jesús en la cruz, que según algunos Jesús dijera; según algunos cuentan dicen que William Shakespeare, igualmente, dividió en 7 las edades del hombre, la infancia, la niñez, el amante, el soldado, el adulto, la edad avanzada y la senilidad; son 7 las notas musicales, do, re, mi, fa, sol, la, si; 7 las artes, la pintura, la escultura, la arquitectura, la literatura, la música, la danza y por último el cine, bien llamado el séptimo arte; 7 los mares, el golfo Pérsico, el mar Negro, el mar Caspio, el mar Rojo, el mar Mediterráneo, el mar Adriático, y el mar Arábico, siendo famosa la reflexión que hiciera con su aplicación concreta Hugo Wast, con su aporte en “El peligro de los siete mares”; 7 eran en otros tiempos las maravillas del mundo; 7 brazos tiene el candelabro de la Menorah; 7 son los chakrás, o siete centros de energía en el cuerpo humano; 7 los maridos del recurso hipotético que los saduceos le ponen a Jesús en su comparación para burlarse de él, porque ellos no creían en la resurrección, según nos cuenta el Evangelio de San Marcos, porque la mujer estuvo casada con los 7 hermanos; 7 son los derramamientos de sangre de Jesucristo, el sudor de sangre, los latigazos, la corona de espinas, la barba arrancada de su rostro, los clavos de las manos, los clavos de los pies, y la lanza en el costado, según algunos que esos detalles buscan en números precisar; en 7 días Dios creó al mundo; 7 son los enanos que tenía Blanca Nieves; y 7 vidas tiene el gato, según siempre se ha dicho, aunque sea una sola la que tiene, como todo ser viviente, sin ser para nada la excepción; 7 vacas gordas y 7 vacas flacas las que en el sueño el Faraón soñó y que después a José contara para que su significado revelara; 7 sellos que en el libro del Apocalipsis el Cordero abrió, para aparecer en los cuatro primeros sellos abiertos tras la revelación un caballo de distinto color, para ser el primero un caballo blanco, el segundo un caballo rojo, el tercero un caballo negro, y el cuarto un caballo verdoso, quedando en suspenso en los otros tres restantes la aparición de caballos y sus respectivos colores, pero nada dice el libro sobre si eran 7 caballos, o no; igualmente, nada dice de sus colores en igual cantidad, y que son conocidos por muchos como los cuatro caballos y los cuatro jinetes del Apocalipsis, adquiriendo así de inmediato un carácter fantasmagórico y de presagio de desastres; 7 candeleros de oro que en el sueño tuviera el autor del libro del Apocalipsis, para indicar que eran 7 las estrellas y 7 las Iglesias a las que iría cada uno de los 7 mensajes que a ellas iría la revelación, siendo así las 7 bienaventuranzas del Apocalipsis; 7 panes en la segunda multiplicación de los panes, según se nos cuenta en los Evangelios que eso cuentan; 7, igualmente las cestas que se recogieron totalmente llenas de lo que sobró en esa multiplicación; aunque algunos suman 7, igualmente, en la primera multiplicación, pues dicen que eran 5 panes y dos peces, sumando todo ello simplemente 7 los elementos de la operación.
7 veces la condición y la medida que Pedro pone como la práctica del perdón, pero setenta veces 7 es la nueva aplicación, según respondiera como la nueva medida por Jesús en lo humano una sana relación, y que si se aplica como resultado de 70 veces 7, va como resultado 490 veces las veces que se habrían de perdonar, como resultado de la multiplicación; tres veces 7 es el número que identifica al policía que personifica Cantinflas en una de sus intervenciones en el séptimo arte, como dijimos que es el número del cine, en la lista de las artes, utilizando siempre el 777, como queriendo decir, el tres veces 7, o tres veces santo y perfecto, y tal vez, haya en esa alusión una alegoría al Santo, Santo, Santo, que se canta en la misa, para hacer la referencia al perfecto orden, porque con el humor se llega a las profundidades de lo más profundo de la esencia del hombre, porque al ser alabado el Creador en su perfección y santidad, es enaltecido la criatura en su fragilidad.
Para sorpresa de sorpresas, 7 son las peticiones que se hacen en la oración del Padrenuestro.

Todas estas relaciones tenían a “N” sorprendido. Ciertamente el número 7 tenía y tiene su importancia, y en parte, su interlocutor telefónico no estaba desvariando del todo, aunque sí un poco las vísceras de “N” que se revolvían.

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